Esta semana el presidente y el comandante del ejército de la pobrísima Guinea Bissau fueron asesinados. Nada anormal en una África que se debate entre los odios étnicos y la sed de poder, de no ser porque el colapso del país africano podría haberse gestado desde la eficiente lucha contra las drogas que se libra en el Caribe latinoamericano.
La historia que todavía no sale de los portales de prensa africanos inicia con la vieja y notoria animadversión entre el Presidente Joao Bernando Vieria y el Comandante General del Ejército de Guinea Bissau, Tagme na Waie. Durante las elecciones de 2008 el general había acusado al presidente de estar involucrado en el tráfico de drogas y de intentar asesinarlo utilizando su guardia personal. Waie también había sido acusado de recibir sobornos de los carteles de la droga para permitir el aterrizaje de aeronaves cargadas de cocaína.
Los asesinatos, primero el del general y luego el del presidente, sorprendieron a los guineanos pero no a los analistas africanos y estadounidenses que habían advertido en varias oportunidades el inminente colapso de Guinea Bissau a medida que se convertía en el puente del tráfico de drogas desde América Latina hacia Europa. La prensa africana ha recordado que el año pasado, un avión que aterrizó en Bissau proveniente de Venezuela, aparentemente destinado a los socios de Vieria, fue retenido por militares que confiscaron una mercancía que nunca apareció.
La guerra sin cuartel contra las drogas que libra el gobierno colombiano en conjunto con otros países de la región, incluyendo los Estados Unidos, ha obligado a los carteles a buscar nuevas rutas hacia Europa, y el oeste de África se ha convertido en el punto geográfico más conveniente. Por lo menos, esa parece ser la ruta del último cargamento de droga incautado en España, cerca de Gran Canaria. En el barco, que llevaba tripulación venezolana, fueron encontradas 5 toneladas de cocaína que tenían un valor de más de doscientos cincuenta millones de euros.
Para los criminales, acostumbrados a comprar conciencias de todo tipo, Guinea Bissau es el punto perfecto. El país africano, que no solo carece de armada para patrullar sus aguas territoriales sino además de una policía judicial equipada y con salarios dignos, ha convertido la gran pobreza de sus 1.6 millones de habitantes en el caldo de cultivo ideal para conformar una compleja red de distribución que se encarga de hacer llegar la droga a España, Italia y Francia. Guinea Bisseau carece de infraestructuras de servicios elementales: difícilmente existe abastecimiento de energía o de agua potable, y su deficiente red vial está compuesta en un gran porcentaje por caminos de tierra. Según un informe de Naciones Unidas el tráfico de cocaína a través de Guinea Bissau equivale a 10 veces su Producto Interno Bruto anual.
La infiltración de los narcotraficantes no se ha limitado a Guinea Bissau. Los carteles de la droga, que trafican con cocaína colombiana, peruana y boliviana se han afincado en el oeste del continente africano. Según la INTERPOL, hace 5 años el narcotráfico que en esa parte del mundo era prácticamente imperceptible, se ha disparado y estima que por lo menos dos tercios de la cocaína que se consume en Europa llega a través de África. La droga, dicen los informes, es despachada desde Venezuela, Surinam, y Trinidad Tobago, mediante lanchas rápidas o aviones que tiran su carga en alta mar.
La alarma de la conexión entre narcotráfico y caos se extiende también por el este de África, que es considerado por un informe especializado sobre narcotráfico como el “mayor conducto” de heroína desde el sureste asiático. Sin embargo, esa división territorial de carteles podría estar desvaneciéndose. Las autoridades de Guinea Bisseau han informado que la bomba con la que fue asesinado el General Waie, provenía de Tailandia.
La pregunta que se formula ECOWAS (Comunidad Económica de los Países del Oeste de África) es si los asesinatos de Guniea Bissau fueron provocados directamente por los capos del narcotráfico que buscan aumentar la división entre los militares y el estado para tomar el control. Existe el temor de que el colapso de Bissau replique como un dominó en otros países de la subregión africana que pueden verse arrastrados por un conflicto que no solo inmiscuiría a los gobiernos del área, sino que aprovecharía las rivalidades étnicas para propagarse.
ECOWAS ha lanzado una alerta a Naciones Unidas, la Comunidad Europea, y la Unión Africana para despachar ayuda inmediata a Guinea Bisseau. No obstante, el pesimismo se cierne sobre los posibles donantes, que argumentan que han sido millonarias las ayudas destinadas para el desarrollo y muy pobres los resultados obtenidos.
Por lo pronto, 34 oficiales antinarcóticos de Cabo Verde, Senegal, Gambia, Ghana, Guinea Bisseau, Sur África y Togo, han llegado esta semana a Bogotá para recibir entrenamiento en la lucha contra las drogas. La idea es desarticular el corredor latitudinal de drogas sobre el paralelo 10 al norte, que comienza a ser conocido como la "Interestatal 10" y compartir información que permita la identificación y el confinamiento de sospechosos de tráfico de drogas. Hasta el momento ha sido imposible el arresto de muchos por falta de pruebas. En 2007 cuatro sospechosos colombianos, de los cuales dos pertenecerían a las FARC tuvieron que ser liberados por falta de datos en los archivos guineanos.
Bisseau se encuentra contra las cuerdas y quizá no le quede otra opción que la del combate frontal contra el narcotráfico. Le será imposible conciliar la realidad de la miseria de sus habitantes y de sus fuerzas del orden, con la opulencia, las lanchas rápidas y los autos de lujo "de empresarios colombianos" que circulan por las calles de la capital. Colombia, Brasil y Estados Unidos han anunciado que enviarán personal a Guinea Bisseau para apoyar a las autoridades. De ahora en adelante los narcos no lo tendrán tan fácil.