sábado, 8 de noviembre de 2008

¿Qué espera Asia del nuevo presidente de Estados Unidos?

ASIA.Asia espera que Estados Unidos continúe su papel de punto de equilibrio entre China y el resto de la región. El belicismo de Corea del Norte, la inestabilidad de Pakistán y la puja por la independencia de Taiwan serán temas decisivos para el próximo presidente.
Por Sara Guevara, especial desde Tokio para Semana.com
Martes 4 Noviembre 2008


Las primeras planas de los diarios asiáticos así como el análisis detallado y cotidiano sobre como avanzan las elecciones en los Estados Unidos, confirman que el duelo entre Obama y McCain, dejó de ser del exclusivo interés de la política interna estadounidense. Independientemente de las encuestas de popularidad, Asia no ha apostado al ganador sino que ha debatido intensamente sobre el futuro de la estabilidad militar, política y económica de una región que ha dependido por más de 50 años del paraguas de seguridad de Washington.

Asia ve con temor la predominante posición económica y militar de China. De 2003 a 2007 China ha aumentado su gasto militar en 15.8 por ciento por año. Aunque oficialmente Beijing anunció que su presupuesto militar en 2008 ascendería a $59 mil millones de dólares, se cree que en realidad está entre $85 mil y $125 mil millones de dólares. Muy por encima de Japón, Corea del Sur, India y Australia. Se teme que una política suave de Estados Unidos traiga como consecuencia el incremento de la agresividad militar china.

Asia espera que Estados Unidos continúe su papel de punto de equilibrio entre China y el resto de la región. Taiwan está a la expectativa. Obama, tal como lo ha hecho el Presidente Bush, ha reiterado que continuará trabajando con China en los campos económico y de seguridad regional, presionando a Beijing y a Taipei a solucionar amigablemente su disputa territorial. Para el taiwanés ordinario la elección del próximo presidente de Estados Unidos es un asunto de permanencia. China ha prometido desde 1949 recuperar el control de Taiwán así sea por la fuerza y hasta el momento Washington ha sido clave para asegurar que se respete la independencia taiwanesa.

Han coincidido Barack Obama y John McCain, en afirmar que el pilar de la política exterior estadounidense en Asia continúa siendo la alianza de seguridad entre Japón y Estados Unidos. En territorio japonés existen 90 instalaciones militares estadounidenses que albergan aproximadamente a 52.000 miembros del ejército americano. Sin embargo, las fuertes relaciones entre los dos países se han visto empañadas alrededor de dos puntos fundamentales. El primero, la participación japonesa en la estabilización de Afganistán y Pakistán. Si bien la guerra contra el terror selló un fuerte respaldo de Tokio a Washington, la negativa de Japón a continuar el abastecimiento de combustible a barcos de la coalición estadounidense en alta mar ha causado malestar en la Casa Blanca.

Otro punto no menos candente es la reciente aproximación del gobierno americano a Corea del Norte, que amenaza con misiles de mediano y largo alcance al territorio japonés. Tokio ha observado preocupado cómo el Presidente Bush ha suavizado su posición contra Pyongyang, y ha levantado algunas de las sanciones comerciales impuestas bajo la Ley de Comercio con el Enemigo. Los japoneses no comprenden por qué Cuba –cuyo embargo no termina- pareciera ser más peligrosa que Corea del Norte, y por qué el gobierno de Bush ha olvidado que todavía no existe ninguna solución al tema de los ciudadanos japoneses secuestrados por agentes norcoreanos.

En Seúl la preocupación y el malestar se manifiestan ante el silencio de los candidatos Obama y McCain ante el futuro nuclear de la península coreana. A Corea del Sur le inquieta que los políticos estadounidenses hayan ignorado el peligro de una Corea del Norte con armas atómicas y hayan tomado el camino fácil de eliminarla de la lista de los países que apoyan el terrorismo a cambio de las vagas promesas de desmantelar el complejo nuclear de Yongbyon a 96 kilómetros de Pyongyang y de evitar la transferencia de conocimientos nucleares a otros países considerados hostiles.

El reto del nuevo gobierno estadounidense será no solo asegurarse de que Corea del Norte está desmantelando todo su arsenal atómico sino de que los expertos internacionales tengan acceso a todas las instalaciones en las que se procesa plutonio y uranio, algo que difícilmente permitirá Kim Jong Il.

No menos importantes serán los acontecimientos que se generen en Afganistán y Pakistán, que han estudiado cada palabra de las pronunciadas por el Senador Obama durante su discurso del año pasado sobre los objetivos de su mandato contra el terrorismo. En aquella ocasión, el demócrata aseguró que varias unidades de Irak se trasladarán a Afganistán y a Pakistán para continuar la lucha contra Al-Qaeda y se refirió a la posibilidad de ordenar ataques unilaterales en el territorio del norte de Pakistán donde se cree tienen refugio las cabezas del terrorismo islámico. El nuevo presidente estadounidense deberá ganar confianza con el recién elegido gobierno de Pakistán que se muestra menos tolerante que el de Pervez Musharraf con quien el Presidente Bush selló una alianza en la guerra contra el terror.

En la lejana Cachemira las elecciones estadounidenses han tomado un carisma casi religioso. Muchos musulmanes que apoyan la independencia de la región del Himalaya o su incorporación a Pakistán, tienen la fe puesta en la educación islámica y en la ascendencia musulmana de Barack Obama. Creen que el Senador de Illinois podrá resolver el conflicto de una Cachemira divida por las pretensiones territoriales de India y Pakistán. En Cachemira ven con optimismo este nuevo compromiso de activismo. En India muchos consideran que cualquier gestión extranjera a favor de la independencia de la región rebelde es una intervención en asuntos internos del estado.

El tema económico no es menos complicado que el político y el militar. Hasta el momento Asia se ha beneficiado con el libre mercado y la globalización defendidos a ultranza por el Presidente Bush. Se espera que las propuestas proteccionistas de Obama, ampliamente respaldado por los sindicatos estadounidenses, levanten serias fricciones con Corea del Sur, donde los automóviles coreanos y japoneses registran ventas mucho más importantes que las de sus homólogos de Estados Unidos.

Beijing también espera con cautela, conocedora de que las disputas con Washington subirán de tono si Obama continúa acusando a China de manipular su moneda para hacer la exportación de textiles más barata. El déficit comercial con China llegó a la cifra record de $256 mil millones de dólares en 2007, de los cuales $30 mil millones corresponden a la importación de ropa u otro tipo de textiles. Al respecto, el magnate de las comunicaciones australiano Rupert Murdoch ha advertido que de materializarse el proteccionismo del nuevo presidente de los Estados Unidos, no solo se agravaría la crisis financiera mundial sino que China, que es dueña del 20 por ciento de la deuda estadounidense, podría pensar en algún tipo de retaliación.

Asia espera que en las actuales circunstancias de dificultad financiera mundial, el próximo presidente de Estados Unidos deje de invocar el terrorismo como único tema importante en la agenda y que en cambio, continúe con una política abierta de comercio, inversión, y desarrollo que ayude al continente asiático a superar sus propias desigualdades económicas.

En medio de la espera surgen voces que piden cabeza fría y entender la situación interna que enfrentará el nuevo presidente de Estados Unidos. Recibirá un país cuyo déficit se acerca al medio trillón de dólares que no incluye los $10 mil millones de dólares más por mes que gastan las guerras de Irak y Afganistán, ni los $770 mil millones para salvar a Wall Street. Es lógico, apuntan los analistas, que el nuevo ocupante de la Casa Blanca se dedique primero a poner en orden su propia casa.