Irán ha desafiado en tres ocasiones las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que pretenden instarlo a detener su programa nuclear. La ONU y la Agencia Internacional de Energía Atómica temen que Irán termine produciendo suficiente combustible nuclear y el material necesario para desarrollar armas nucleares. Irán insiste en que su uso será eminente civil, pero se ha negado a demostrar las afirmaciones de la AIEA que insiste en que varios proyectos iraníes parecen tener claramente una intención bélica.
Todo esto, en momentos en que se conoce que importantes funcionarios y militares del Pentágono se opusieron vehemente en el verano del año pasado a una serie de bombardeos preventivos a los Cuerpos de Guardia Revolucionaria Iraní, insistiendo en que Estados Unidos debería ser muy conciente sobre los riesgos y las consecuencias impredecibles que traería un conflicto con Irán, máximo teniendo en cuenta el altísimo costo humano y económico del conflicto en Irak.
El tema, que bien podría ser otro más en la rueda suelta de pasiones e intereses en el Medio Oriente, cobra una vigencia preocupante a la luz del último informe de The Wall Street, que se pregunta por qué el gobierno de los Estados Unidos se encuentra ayudando a Arabia Saudita a elaborar material nuclear.
Eduard J. Markey, el veterano periodista que lo firma, se pregunta cómo es posible que un país tres veces más grande que Texas, con más de 300 días al año de luz solar, con increibles reservas de petróleo y en una zona en donde la sola mención de armas nucleares provoca un ataque preventivo, la Secretaria de Estado, Condolezza Rice, haya firmado la ayuda estadounidense a Arabia Saudita para el desarrollo de reactores, el entrenamiento de ingenieros, y la construcción de infraestructuras nucleares.
La respuesta no puede ser otra que la potencialmente explosiva situación del Medio Oriente, la terquedad del gobierno de Irán, influído por los chiítas y el temor de una Arabia Saudita básicamente suní. A lo que hay que agregar no solo el conflicto del Líbano sino la misma guerra inter tribal que se libra en las calles iraquíes, además del conflicto Israel - Palestina y las amenazas directas de Irán que quiere ver a Israel "borrado del mapa".
El anterior potpurrí nos conduce al escalofriante escenario de una guerra nuclear cuyos terribles efectos ya han sido considerados en el informe "Irán, Israel y la Guerra Nucelar" de noviembre del año pasado, elaborado por Anthony Cordesman para el Centro Internacional de Estudios Estratégicos. La publicación asegura que aunque no hay forma de predecir qué capacidad bélica tendrán las partes en el futuro no hay duda qué las estrategias estarán enfocadas en causar el máximo daño en la población de su oponente y destruir su habilidad para recuperarse como nación.
La primera parte del informe de 77 páginas se refiere a un "intercambio" nuclear entre Israel e Irán entre 2010 y 2020, cuando se supone que los iraníes tendrán por lo menos 50 armas nucleares, 30 en forma de misiles y 20 en forma de bombas. Para la misma época Israel tendría cerca de 200 armas nucleares. Aunque Israel con la actual capacidad tecnológica podría distinguir entre un blanco civil y uno militar, no sería lo mismo para Irán cuyo objetivo serían las ciudades de su oponente. Llegados a ese punto Israel no se limitaría entonces a los blancos militares. El informe habla de por lo menos 200 000 muertos israelíes y millones en territorio iraní.
Dentro de los muchos escenarios generados por el primer enfretamiento, el informe incluye un ataque de armas químicas de Siria sobre ciudades de Israel. Siría perdería en medio del conflicto a por lo menos 6 millones de sus habitantes. El mismo informe habla de la destrucción casi total de Egipto en caso de que se viera involucrado dentro de la guerra. Considera incluso un ataque nuclear iraní a los países del Consejo de Cooperación del Golfo - Bahréin, Kuwait, Oman, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos- que provocaría una retaliación nuclear inevitable por parte de Estados Unidos.
El estudio de Cordesman, quizá es una forma de prevenir el escenario al que por momentos pareciéramos acercanos. Quizá demostrando el resultado de lo impensable, en este caso del fin de todo el Medio Oriente y por ende, el colapso económico mundial, por cuenta de un ataque preventivo, se logre detener la peligrosa tendencia de un ataque contra Irán.
De ganar, Barack Obama se posesionará como presidente de Estados Unidos el 20 de enero de 2009 y lo que muchos se preguntan es si será lo suficientemente fuerte y hábil para enfrentar las presiones políticas y económicas que se conjugan entre Irak, Arabia Saudita e Israel. Arabia Saudita teme el alzamiento de los chiítas orquestados por Irán, los sauditas quieren que Estados Unidos permanezca en la región como su guardia contra la influencia iraní. Israel observa detalladamente la influencia de Irán en Líbano. Irán gana cada vez más influencia en el grupo palestino Hammas, enemigo de Israel. Para muchos, lo más conveniente es que la permanencia de Estados Unidos en Irak sea lo más larga posible.
Por el momento el discurso de Obama con relación al Medio Oriente no difiere mucho del ya expuesto por el Presidente Bush y su candidato McCain. Convergen en la idea de que su encuentro será " con el apropiado líder iraní a la hora y lugar que yo decida, sí y solo sí, signfica un avance para los intereses de los Estados Unidos", en que "el peligro de Irán es grave", en que " usará todos los elementos de la fuerza de Estados Unidos para presionar a Irán", en que "haré todo lo posible a mi alcance -- todo -- para evitar que Irán obtenga armas nucleares".
¿Habrán leído Obama y McCain el informe de Cordesman?
Foto: Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, "Irán Israel Nuclear War", Pag. 30