Beijing tiembla de rabia ante la rebelión de uno de los puntos más estratégicos de Asia. No solo el Tibet comparte fronteras con India, Nepal, Butan y Myanmar, sino que se convierte en el punto neurálgico de la estabilidad y la seguridad en toda la región del Himalaya. "Xizang" como le dicen algunos, podría ser el punto de partida de una gran rebelión budista en el caótico Nepal, o en silencioso Butan. Myanmar ya ha comenzado el proceso. Tibet es el límite y el paso intermedio entre el Sur y Centro de Asia. Todos se lo han peleado: los mongoles, los nepaleses e incluso los británicos. China e India siguen enfrascadas, aún después de 40 años en la discusión de la Región Autónoma del Tibet, que incluye una gran franja de hielo del tamaño de Australia, conocida como Arunachal por los indios y como parte del Tibet por la China.
A Tibet se le conoce como la "Torre de Agua de Asia" -nada más y nada menos. Es una zona crucial para el abastecimiento de agua en China. Sus enormes glaciares se encargan de nutrir los ríos Brahmaputra, Mekong, Yangtze, el Amarillo, y el Salween. Al mejor estilo de la francesa Evian, sus aguas minerales se comercializan desde que China comenzó en 2006 una agresiva campaña de penetrar el Tibet a punta de ferrocarriles y autopistas. La hambrienta China tiene en el Tibet su mayor yacimiento de cobre, y otros de plomo, hierro, cadmio, y por si fuera poco, según los geólogos, unas estupendas reservas de petróleo y gas que esperan a que la altura y las tremendas condiciones climáticas dejen de ser un obstáculo.
La innegable carrera diplómatica del Dalai Lama por salvar a su gente, así como la labor del boca a boca que hace cada uno de los millones de turistas que lo visitan al año, han sido la semilla de todo el proceso que presenciamos. Y es que si nos vamos a los números la situación para Beijing es potencialmente peligrosa. Son seis millones de turistas, los previstos para 2010, que quedarán atrapados en la religión y la interesante y sufrida historia tibetana que dejarán US$770 millones de dólares pero que contribuirán a esparcir exponencialmente el derecho de Tibet a su independencia.
Suficientes razones las anteriores, para que Beijing se lanzara con todo y hasta hoy asegure haber apresado a por lo menos seiscientas personas entre monjes y civiles. Meng Jianzhu, Ministro de Seguridad Pública de la China, ha informado que el gobierno central impondrá la llamada "educación patriótica" en todos los templos y monasterios budistas del Tibet. El ministro fue implacable en acusar a los monjes de minar la seguridad y solidaridad nacional y los acusó de violar las doctrinas del Budismo Tibetano. Pareciera el ministro ignorar que el Budismo en algunos países de Asía ha crecido, ha evolucionado políticamente al extremo de tener sus propios partidos políticos, y se sienten con el deber sagrado de luchar contra regímenes extremos - léase China, Butan, Myanmar, Nepal e incluso la misma Tailandia.
Pensar que el movimiento contra Beijing se generó dentro del Tibet sería también bastante cándido. Las protestas han sido planeadas en el momento justo, para coincidir con los Juegos Olímpicos más pomposos de los últimos tiempos. Sus organizadores bien podrían estar en Nepal, el norte de la India y en los Estados Unidos. Algunos analistas pro China no tienen reparo en echarle la culpa a la CIA -aparente culpable también de las plagas modernas-, que ha financiado la popular "Radio Libre de Asia".
Ahora bien, aunque es innegable que la relación de la CIA con una gran campaña contra el comunismo en el Tibet en 1956 no fue otra cosa que el inicio de la revolución de 1959 que a la postre condujo a la muerte de miles de tibetanos y a la huída al exilio del Dalai Lama y de 100 000 de sus seguidores, sería descabellado desestimar los sueños políticos de la región tibetana, que no se limitan exlcusivamente a Lhasa. En línea se encuentran las provincias de Gansu, Qinghai y Sichuan.
Beijing teme que Tibet comience a ser considerado como otro Kosovo. No en vano, aseguran los conocedores, y aunque el gobierno chino lo niegue, que en Lhasa se encuentra operativo el Centro de Comando 110, así como divisiones de infantería, y fuerzas élite de PLA (People´s Liberation Army) con su correspondiente artillería. Los tibetanos siempre han dicho que libran una guerra silenciosa. Una guerra que es reconocida por el férreo control chino para acceder a las provincias de la Región Autónoma del Tibet. Rebeliones y muertos que no aparecen jamás en los diarios porque son registrados como simples enfrentamientos con las autoridades y lo que hace algunas décadas parecía para muchos un paraíso, bien podría describirse ahora como un campo de batalla. La policía dice que los manifestantes los atacan a piedras y cuchillos, los manifestantes alegan que son las autoridades quienes los emboscan. Las noticias fluctúan entre las historias de grupos de derechos humanos del Tibet en el exilio y entre Xinhua, la agencia oficial china.
La guerra la ganará el más fuerte y en el medio como siempre quedarán los más débiles. La guerra publicitaria se libra en Lhasa, la de verdad, la de la represión se libra en las aldeas tibetanas a donde es tan difícil llegar. Beijing no perdonará que un puñado de monjes, de periodistas, actores, y turistas hayan empañado lo que ellos pretendían hacer pasar como los Juegos Olímpicos del siglo XXI. Un evento que ya se había visto empañado por una campaña internacional en contra de la política china en Sudán y posteriormente por un grupo de extranjeros que oso publicar por Youtube lo que sería el preludio de las protestas acontecidas. "Free Tibet".
¿En qué terminará la explosión tibetana? En cientos de arrestados, un desconocido número de muertos y una serie de países que se abstienen de boicotear los Juegos Olímpicos o de condenar la represión china. Y es que no hemos de olvidar que por la plata baila el perro y que todos nos encontramos desde hace rato entre las pasionales danzas árabes y la extraña ópera china.
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