Buenos días,
No se esperaba que fuera de otra forma en el agobiado Myanmar, o Birmania, como se le conocía hace unos años. Han salido de sus silenciosos monasterios por lo menos 20000 monjes - que a fecha de hoy llegan casi a 100 000- que han marchado ya durante seis días, descalzos y en medio de inclementes lluvias, hacia la casa de la líder de la democracia Aung San Suu Kyi -a quien la junta militar mantiene en arresto desde hace por lo menos doce años después de haber ganado las elecciones generales de 1990 con un 82 por ciento de los votos a favor de la Liga Nacional para la Democracia.
Por las desordenadas calles de Yangón, protestan contra el gobierno, contra la junta militar que se ha enquistado desde 1962 y que aunque ha sufrido cambios en su estructura, nunca ha dejado asomar visos de democracia. Es la primera vez que tantos miles de monjes salen y se arriesgan a formar parte de la sangrienta historia de Myanmar.
En 1988 el intento de un movimiento pro democracia fue aplastado por los militares dejando un saldo de miles de estudiantes muertos y decenas de monjes bajo arresto. Los civiles temen lo peor. Las fotografías de las agencias internacionales muestran una multitud de monjes protegidos por cadenas humanas y los informes hablan de un levantamiento nacional en el que participan también las monjas.
El gobierno no quiere provocar a los monjes que estarían dispuestos incluso a morir y hasta el momento se abstiene de arremeter por miedo a que la demostración conduzca a una rebelión general. A pesar de que Myanmar se encuentra cerrado para los periodistas extranjeros, los informes salen a cuenta gotas apoyados por importantes grupos de exiliados en Tailandia.
Las protestas, que en realidad comenzaron el 19 de agosto, surgieron por la abrupta subida de los precios del petróleo, un 500 por ciento, en uno de los países más pobres del mundo. Al principio las marchas fueron impulsadas por estudiantes que poco podían hacer por cuanto la mayoría de sus compañeros están en arresto o huyendo de los militares por participar en otras actividades contra la junta militar. Semanas después, los monjes decidieron lanzarse a la calle a pedir sin menor reparo la libertad para Aung Sang Suu Kyi, de 62 años y premio Nobel de la Paz en 1991.
La primera marcha logró llegar hasta la reja de su casa, y dicen los informes que se filtran desde Yangón, que es la primera vez en doce años que la líder pro democracia sale de su casa.La calle de la residencia de Suu Kyi ha sido bloqueada para prevenir que los monjes vuelvan a acercase a ella. Para los militares la líder es una amenaza, para los birmanos, poderoso símbolo de democracia y mártir.
Hace pocas horas, el gobierno militar de Myanmar ha exigido a los clérigos budistas más importantes refrenar a los novicios y ha amenazado con tomar acciones unilaterales si las manifestaciones continuan "instigadas por los enémigos internos y externos del régimen".
China, cercana la junta militar birmana, ha pedido calma a Yangón. Beijing sabe que cualquier acción drástica en contra de los monjes en Myanmar rebotará en la imagen de su país justo antes de los Juegos Olímpicos de 2008. No solo eso. China, pendiente de los vastos pozos petroleros birmanos, necesitará un pacífico Myanmar para terminar la construcción de caminos y ferrocarriles que le permitirán el desarrollo y la explotación de los recursos mineros birmanos.
La situación es poderosamente explosiva si se tiene en cuenta que en Myanmar hay por lo menos de 400 a 500 000 mil monjes y novicios, un número comparable al de las fuerzas militares. Muchos de ellos jóvenes, con una óptica política que dista mucho del régimen, y con un sentido de sacrificio que puede llevarlos a la muerte.
Saludos,
Fotos: AP