domingo, 8 de octubre de 2006

QUERIDA, UD. HA SIDO ENVENENADA

10月8日
QUERIDA, UD. HA SIDO ENVENENADA
Tokio, Octubre 8 de 2006

Buenos días,

Las amenazas contra la prensa parecen ser el pan de nuestros días. Mueren periodistas en Iraq, claro ahí están en plena guerra. Asesinan periodistas en Afganistán, claro ahí también están en casi una guerra y resurgen los talibanes. Mueren periodistas en Colombia, claro, no podíamos quedarnos atrás, allí también se libra una guerra. Mueren periodistas en Venezuela y a otros los expropian de sus trabajos, claro, allá no hay guerra pero hay casi una dictadura técnica.

Censuran a los periodistas en Bolivia, claro, allá no hay guerra ni hay dictadura pero el gobierno tiene miedo. Vigilan a los periodistas en China e imponen límites a los blogs, claro allá no hay dictadura hay un sistema que dice ser comunista pero que registra los mismos defectos del más radical capitalismo. Persiguen a los periodistas en Pyongyang, pero claro, es que allá, como en Cuba -salvando las distancias- también hay comunismo solo que en Corea del Norte el gobierno teme que en el extranjero se conozcan las terribles escenas de los millones que mueren de hambre y que creen vivir en el paraiso, mientras el hijo mayor de Kim Jong Il es pillado infranganti con pasaportes falsos en un aeropuerto japonés buscando llegar a Dinseylandia de Tokio.

No mueren en los Estados Unidos, pero son amenazados y señalados por el gobierno del turno que les dice estar en contra del patriotismo estadounidense, tampoco mueren en el Perú pero, igual, orquestan campañas en contra del gobierno que corresponda. En resumidas cuentas que el periodismo es la perla más querida cuando de hablar bondades y hacer publicidad se trata, pero la piedra más molesta cuando dice verdades incómodas. Esa piedra que es mejor quitar del zapato antes de que cause un daño considerable en la piel o en el peor de los casos, termine por abrir un agujero en la suela por donde entra la inmundicia de la calle o sale la inmundicia de los pies, depende como se mire.

Rusia también quería llevarse parte de la herencia contra el periodismo. Bien lo decía Anna Politkóvskaya, la periodista asesinada anteayer "Estamos retrocediendo a marchas forzadas hacia el abismo soviético, hacia un vacío informativo que significa la muerte por nuestra propia ignorancia. Sólo nos queda Internet, donde la información aún circula libremente. En cuanto al resto, si uno quiere seguir trabajando como periodista, ha de mostrar un servilismo total hacia hacia Putin. De lo contrario, puede encontrarse con la muerte, una bala, un veneno o un proceso, lo que nuestros servicios especiales, perros guardianes de Putin, consideren más oportuno".

Anna preparaba antes de morir un informe sobre las torturas sistemáticas en Chechenia. Por cosas de la vida fue asesinada el día del cumpleaños de Putín y un día despúes del onomástico del presidente checheno. ¿Un regalo mutuo?. Fiel al tradicional estilo ruso, una mano sale de la nada para causar conmoción y sembrar dudas sobre los dos posibles asesinos. Una maniobra que bien pudo venir del ejército o los servicios secretos rusos que venían acosándola por sus contínuos escritos sobre sus constantes abusos en Chechenia.

Anna ya sabía de lo que el Kremlin era capaz, así se lo hizo saber una enfermera cuando le dijo con preocupación: "Querida, usted ha sido envenenada"

Envenenada por Vladimir Putin

ANNA POLITKOVSKAYA
MOSCÚ.- Es la mañana del 1 de septiembre. Resulta difícil creer los informes que llegan de Osetia del Norte: un colegio de Beslán ha sido tomado. Tengo media hora para hacer la maleta mientras pienso frenéticamente en cómo llegar al Cáucaso. Y se me ocurre otra cosa: buscar al líder separatista checheno Aslán Masjádov, hacer que salga de su escondite, que se entreviste con los secuestradores y que les pida que dejen en libertad a los niños.

En el aeropuerto de Vnukovo, un montón de periodistas intentaba subir a algún avión que se dirigiera al sur, al tiempo que se retrasaban los vuelos. Obviamente, hay gente que desearía retrasar nuestra salida. Utilizo el móvil para hablar sobre el propósito de mi viaje: "Buscar a Masjádov", "convencer a Masjádov".

Hacía mucho que no hablábamos abiertamente por teléfono, dando por hecho que las líneas estaban pinchadas. Un hombre se presenta como directivo del aeropuerto: "Le pondré en un vuelo a Rostov". En el interior del autobús, el conductor me dice que los servicios secretos rusos, el FSB [Servicio Federal de Seguridad], le han ordenado ponerme en el vuelo a Rostov. Al subir al avión, mi mirada se cruza con la de otros tres pasajeros: ojos maliciosos que miran al enemigo. Pero no les presto atención. Así me miran casi todos los agentes del FSB.

El avión despega. Pido una taza de té. El viaje por carretera de Rostov a Beslán dura muchas horas, y la guerra me ha enseñado que es mejor no comer. A las 21.50 tomo el té. A las 22.00 me doy cuenta de que debo llamar a la azafata, pues estoy a punto de desmayarme. El resto son recuerdos borrosos: la azafata llora y grita: "¡Vamos a aterrizar, sujétense!".

"Nos alegramos de que haya vuelto", me dice una mujer que se inclina sobre mi cama en el hospital de Rostov. La enfermera me dice que cuando me trajeron estaba "casi desahuciada". Luego susurra: "Querida, han intentado envenenarla". Las pruebas realizadas en el aeropuerto han sido destruidas, por órdenes que han venido "de muy arriba", dicen los médicos.
Mientras, el horror de Beslán continúa.

Algo extraño está pasando en esta ciudad el 2 de septiembre: ningún funcionario habla con los familiares de los rehenes, nadie dice nada. Los allegados acosan a los periodistas. Les ruegan que les pidan a las autoridades algún tipo de explicación. Los familiares de los rehenes se encuentran ante un vacío informativo. Pero, ¿por qué?

Por la mañana, también en el aeropuerto, Andrei Babitsky queda detenido con un pretexto engañoso. Las autoridades también impiden viajar a Beslán a este periodista, famoso porque siempre lleva sus investigaciones hasta el final y habla abiertamente en los medios.

Se dice que Ruslán Aushev, ex presidente de Ingushetia rechazado por Moscú por pedir una resolución de la crisis chechena, de repente ha entablado negociaciones con los terroristas en Beslán. Ha entrado solo al colegio porque el personal de los servicios especiales responsables de las negociaciones no ha logrado ponerse de acuerdo en 36 horas sobre quién debía entrar primero. Los milicianos han entregado tres bebés a Aushev y posteriormente han liberado a 26 niños y a sus madres. Sin embargo, los medios intentan silenciar el valiente comportamiento de Aushev: no hay negociaciones, nadie ha entrado en el colegio.

El 3 de septiembre los familiares de los rehenes están en medio de un apagón informativo total. Están deseperados: recuerdan lo ocurrido en el asedio al teatro Dubrovka, donde 129 personas murieron cuando los servicios especiales lanzaron gas en el edificio y pusieron fin al pulso con los secuestradores. Recuerdan que el Gobierno mintió.

El colegio está rodeado por hombres con rifles de caza. Es gente normal y corriente, padres y hermanos de los rehenes que han perdido la esperanza de obtener ayuda del Estado; han decidido rescatar ellos mismos a sus familiares.

Este ha sido un problema constante en los últimos cinco años de la segunda guerra de Chechenia: la gente ha perdido toda esperanza de obtener protección del Gobierno, y de los servicios especiales no espera otra cosa que ejecuciones extrajudiciales. Por tanto, intenta defenderse a sí misma y a sus seres queridos. Pero la defensa propia conduce a los linchamientos. No puede ser de otra manera. Tras el asedio al teatro Dubrovka en 2002, los rehenes hicieron un descubrimiento espantoso: hay que salvarse uno mismo, porque el Estado sólo puede contribuir a tu destrucción.

Y ahora ocurre otro tanto en Beslán. El Gobierno sigue mintiendo. Los medios fomentan las posturas oficiales. Llaman a esto "adoptar un posición amistosa con el Estado", lo que significa la aprobación de las medidas que toma Vladimir Putin. La prensa nunca le critica. Sucede lo mismo con los amigos del presidente, que son por casualidad los directores del FSB, del Ministerio de Defensa y del Ministerio del Interior.

Durante los tres días de horror en Beslán, los medios informativos amistosos con el Estado no se atrevieron a decir en voz alta que los servicios especiales podrían estar haciendo algo mal. No se atrevieron a sugerir a la Duma y al Consejo de la Federación (Parlamento) que harían bien en convocar una sesión especial para examinar la crisis de Beslán.

La noticia principal es que Putin vuela de noche a Beslán. Le vemos dando las gracias a los servicios especiales; vemos al presidente Dzasójov, pero no se dice nada de Aushev. Es un ex presidente caído en desgracia porque instó a las autoridades a no prolongar la crisis de Chechenia.

Putin no menciona el acto heroico de Aushev, y los medios permanecen en silencio.
El 4 de septiembre, un día después del terrible desenlace de Beslán, el país está conmocionado ante el impresionante número de víctimas. Y aún hay muchos desaparecidos, cuya existencia niegan los funcionarios.

Todo esto fue tema de unos artículos brillantes y muy atrevidos publicados en el diario Izvestia bajo el titular: "Silencio en las altas esferas". La reacción del Gobierno fue rápida: Raf Shakírov, director del periódico, fue despedido. Izvestia pertenece a Vladimir Potanin, magnate del níquel, que durante todo el verano ha estado temblando por miedo a correr la misma suerte que Mijail Jodorkovski, el hombre más rico de Rusia, en la actualidad detenido y acusado de fraude.Sin duda intentaba ganarse el favor de Putin. El resultado ha sido que Shakírov, un gestor de talento, ha quedado fuera de juego, como un disidente de nuestros días sólo por desviarse ligeramente de la línea oficial.

Se podría pensar que los periodistas han organizado protestas a favor de Shakírov. Por supuesto que no. El Sindicato de Periodistas Rusos y el Sindicato de Medios Informativos no han dicho ni pío. Sólo si uno es leal al Gobierno es tratado como uno de los nuestros. Si esta es la postura de los informadores respecto a la causa que servimos, es el fin del principio fundamental de trabajar para que la gente sepa lo que ocurre y tome las decisiones correctas.

La tragedia de Beslán ha demostrado que las consecuencias de los apagones informativos son desastrosas. Los ciudadanos rechazan a un Estado que los deja en la estacada e intentan actuar por su cuenta, tratan de rescatar a sus seres queridos y de ejercer su propia justicia sobre los culpables. Más tarde Putin declaró que el drama no tenía nada que ver con la crisis de Chechenia, de modo que los medios dejaron de cubrir los hechos.   Así es que Beslán es como el 11-S: se trata de Al Qaeda. No se ha vuelto a mencionar la guerra de Chechenia. Es absurdo, pero ¿no sucedió lo mismo en la época soviética, cuando todos sabían que las autoridades decían tonterías pero se pretendía que el emperador iba vestido?

Estamos retrocediendo a marchas forzadas hacia el abismo soviético, hacia un vacío informativo que significa la muerte por nuestra propia ignorancia. Sólo nos queda Internet, donde la información aún circula libremente. En cuanto al resto, si uno quiere seguir trabajando como periodista, ha de mostrar un servilismo total hacia hacia Putin. De lo contrario, puede encontrarse con la muerte, una bala, un veneno o un proceso, lo que nuestros servicios especiales, perros guardianes de Putin, consideren más oportuno.

El Mundo, 10 de septiembre de 2004
Una entrevista interesante de la periodista aparece en el siguiente link http://www.nodo50.org/tortuga/article.php3?id_article=1684 de un grupo antimilitarista.
Saludos,
Soros