10月1日
EL TERRIBLE SECRETO DE HEMINGWAY
Buenos días, Tokio 1 Octubre de 2006 (0759)
Á Hemingway, aparente bonachón, pero ciclotímico e inestable, le debemos gran parte del desarrollo del genero del ciencia ficción en el siglo XX. Esos personajes lleno de estoicismo y nobleza aún en las circunstancias más severas han marcado los recuerdos de generaciones enteras que aún 40 años después de su muerte le rinden culto y visitan su pequeña casa-museo en los cayos de la Florida.
El "Papa" -como le llamaban los expatriados por allá en los años 20 en París - fue parte de lo que Gertrude Stein llamó "la generación perdida", compuesta por un grupo de literatos estadounidenses que vivían en diferentes países europeos entre el periodo de la Primera Guerra Mundial y la época de la Gran Depresión.
Dejando de lado esos limitantes históricos, es difícil imaginarse al autor de "El Viejo y el Mar" y ganador del Premio Nobel de Literatura en 1954, como un criminal de guerra con más de 100 vidas a cuestas.
Esta es la intersante crónica del periódico italiano Corriere della Sera, en una traducción para La Nación de Buenos Aires.
Saludos,
Jueves 28 de setiembre de 2006Polémica en AlemaniaRevelaron el mayor secreto de HemingwayEn sus cartas admite que mató a 122 prisioneros alemanes
LA NACION DE BUENOS AIRES
BERLIN.- Si se lo piensa bien, Günther Grass la sacó barata. Sien abril de 1945, cuando fue hecho prisionero por el ejércitonorteamericano, el entonces jovencísimo Waffen SS se hubieratopado con Ernest Hemingway, probablemente hubiera tenido eldesdichado fin de tantos de sus compañeros de armas.¿Cuántos fueron esos tantos? Exactamente, 122, al menos segúnel cálculo (real o imaginario) del escritor estadounidense.Todos eran prisioneros de guerra alemanes, desarmados: Krauts,como los llamaba con desprecio Hemingway. El autor de Adiós alas armas los mató -según dice, con gran gusto- durante el añoque acompañó a las tropas aliadas como corresponsal de guerra.¿Otra más de las tantas fanfarronerías de Hemingway? ¿Otraexageración de un hombre larger than life (más grande que lavida), tan apasionado de la caza mayor como de las corridas detoros, loco por las armas y el boxeo, consumidor insaciable demujeres, alcohol y cigarrillos? Puede ser. Y Rainer Schmitztampoco excluye esa posibilidad. Pero el periodista alemán haquerido llamar la atención sobre fragmentos de ciertas cartasdel escritor, dos de ellas hasta ahora inéditas en Alemania.Acaba de publicar con el sello Eichborn su libro ¿Que leocurrió a la calavera de Schiller? Todo aquello que usted nosabía sobre literatura , una recopilación excelente y biendocumentada de episodios, anécdotas y curiosidades pococonocidas o completamente desconocidas sobre escritorescélebres.Inmediatamente después del desembarco de Normandía, en junio de1944, Ernest Hemingway se unió al regimiento 22 de la IVDivisión de infantería estadounidense con el grado de oficial.En realidad, no debía contar la gesta de los aliados; en aquelperíodo de hecho ya trabajaba para la OSS, el servicio deinteligencia que antecedió a la CIA.El trato a los prisionerosGracias a su perfecto dominio del francés, el escritor fuegobernador de facto de Rambouillet, a las puertas de París,donde tranquilizó a la población y sobre todo interrogó acentenares de prisioneros alemanes."Todo muy agradable y divertido", le escribió en el otoño de1944 a Mary Welsh, que se había convertido ya en su cuarta yúltima esposa. "Muchos muertos, botín alemán, tantos tiroteos ytoda clase de combates", relató.La carta incriminatoria, que según Schmit no recibió laatención que hubiera merecido, es la que Hemingway le escribióel 27 de agosto de 1949, cuatro años después de la finalizaciónde la guerra, a su editor, Charles Scribner."Una vez maté a un kraut de los SS particularmente descarado.Cuando le advertí que lo mataría si no abandonaba suspropósitos de fuga, el tipo me respondió: Tú no me matarás.Porque tienes miedo de hacerlo y porque perteneces a una razade bastardos degenerados. Y además, sería una violación de laConvención de Ginebra . Te equivocas, hermano, le dije. Ydisparé tres veces, apuntando a su estómago. Cuando cayó, ledisparé a la cabeza. El cerebro le salió por la boca o por lanariz, creo", relató el escritor.Menos de un año después, el 2 de junio de 1950, el autor de Porquién doblan las campanas volvió a evocar su experiencia bélicaen una carta a Arthur Mizener, profesor de literatura de laUniversidad de Cornell.Allí hace un macabro balance de su pasión homicida: "He hechoel cálculo con mucho cuidado y puedo decir con precisión que hematado a 122".Uno de esos alemanes, prosigue diciendo Hemingway, era "unjoven soldado que intentaba huir en bicicleta y que tenía más omenos la edad de mi hijo Patrick".Patrick había nacido en 1928, de modo que la víctima debíatener 16 o 17 años. El escritor le cuenta a Mizener que le"disparó a la espalda con un M1". La bala, de calibre 30, ledio en el hígado.Esta carta no había sido publicada hasta ahora en Alemania. Sinembargo, no existe ningún testimonio que confirme la admisiónde Hemingway.Además, tal como aclara Schmitz, "en sus cartas el premio Nobelsiempre tendía a la exageración, a alimentar el mito de sumachismo".Pero hasta sus admiradores aceptan que durante la SegundaGuerra Mundial probablemente haya violado las disposiciones dela Convención de Ginebra.Schmitz, por su parte, señala que hasta ahora nadie ha indagadocon seriedad en los archivos bélicos para arrojar luz sobreeste aspecto importante de la vida de unos de los grandes de laliteratura mundial de nuestro tiempo.El ejercicio de matarHay algunos indicios de la fascinación que el acto de matarejercía sobre Hemingway, que ganó el premio Nobel de Literaturaen 1954."Me gusta disparar con un fusil, me gusta matar y Africa es ellugar donde puedo hacerlo", le escribió en la primavera de 1933a Janet Flanner.Seguramente hablaba de los animales que había abatido duranteel safari de dos meses que había hecho ese mismo año, que mástarde inmortalizó en Las verdes colinas de Africa .Pero más de uno recordará el principio de un artículo firmadopor Ernest Hemingway que fue publicado en Esquire en abril de1936: "Sin duda ninguna cacería es comparable con la caceríadel hombre, y quien ha cazado hombres armados durante muchotiempo y con placer, después ya no siente interés en otracaza".Por Paolo ValentinoDel Corriere della SeraTraducción: Mirta Rosenberg