Por última vez he visto despegar al Space Shuttle. Con el Atlantis se van mis sueños infantiles de ser astronauta, aunque luego haya transado con mi fantasía al nivel de piloto, para finalmente contentarme con ser pasajero de gallinero. Para mí un golpe aceptable, para Estados Unidos una pérdida por lo menos largamente temporal del acceso propio a la Estación Espacial Internacional.
De ahora en adelante cada experto espacial de Estados Unidos y Europa tendrá que depender de las poco cómodas y desechables naves rusas que se quedan con el monopolio de traslado humano a la estación espacial en la que se han invertido hasta el momento más de 100 mil millones de dólares.
Soyuz, como se llaman las naves rusas, representan un triunfo de la máquina barata sobre las sofisticadas. Mientras las cápsulas rusas son lanzadas en unos grandes cohetes desechables, el transbordador estadounidense, era el aparato volador más complejo jamás creado. El costo de todo el programa desde sus inicios ha sido de US$209.1 mil millones de dólares, un exceso comparado con los US$2 mil millones de dólares anuales que cuesta el programa espacial ruso.
La NASA espera volverse a poner a tono con la agencia rusa para 2016, cuando planea poner en servicio un servicio comercial pata transporte de tripulación. Como una especie de taxi-espacial, diseñado y operado por el sector privado.
Los rusos por supuesto aprovechan de la cómoda soledad de la carrera espacial. Una silla en el Soyuz, con destino a la Estacion Espacial Internacional le costará a la NASA US$63 millones de dólares dentro de unos cuatro años. Un175% de incremento desde 2005. A la Agencia Federal Espacial Rusa, no es que le guste mucho quedarse sola con su flotilla. Al fin y al cabo los rusos también han invertido mucho en la Estación Internacional y se han visto beneficiados con los viajes de Shuttle.
Pero la NASA no se ha quedado mirando precisamente a las estrellas. En abril de este año concedió dineros por US$269 millones de dólares para que determinadas compañías aeroespaciales se dediquen a diseñar un sistema eficiente para el transporte humano a la EEI.
Por el momento, Space Exploration Technologies Corp, parece ser la que más cercana está a desarrollarlo. Se ha comprometido con un sistema de transporte reusable que puede llevar hasta siete astronautas por la módica suma de US$20 millones de dólares por viaje. Sin embargo, Aerospace Corp, una de los consejeros más importantes de la NASA sugieren menos optimismo. Para ellos, el transporte al espacio estará entre los US$90 millones y los US$150 millones de dólares.
Space Exploration, tiene ya vehículos no tripulados “Dragon”, que podrán llegar con suministros a la EEI. El problema es que no están perfectamente probados y nadie quiere echarse encima la responsabilidad de incrustar una nave contra la estación espacial.
A la NASA, aunque esté comprando cupos en Soyuz hasta 2016, le sale más barato. Mientras el Soyuz es más básico y recuerda las cápsulas del Apolo y de los cohetes Saturno de 1960, el Shuttle es toda una joya. Lo conforman 2.5 millones de partes , 370 kilómetros de cableado interno, que operan a temperaturas, velocidades y gravedades extremas.
Cuando en los 70 la NASA presentó su programa Shuttle insistió en que su tecnología era sinónimo de vuelos rutinarios al espacio, y que sería usada durante 50 años. Aunque en 30 años de vuelo el Shuttle ha dejado más de 50 satélites en órbita, ha llevado más de 1.4 millones de kilogramos de carga y 355 pasajeros de 16 países diferentes al espacio, su operación era increíblemente costosa. Un lanzamiento del transbordador costaba US$1.5 millones de dólares -100 veces más de lo que había prometido la NASA en 1972.
Sin el transbordador espacial la NASA tendrá que apoyarse en vehículos no tripulados rusos, europeos y japoneses para aprovisionar la estación internacional.
Alex Roland, de la Universidad de Duke, lo tiene clarísimo y concluye que, al final, “Estados Unidos ganó la carrera tecnológica para desarrollar los transbordadores espaciales pero perdió la guerra”.
**Foto NASA