viernes, 31 de agosto de 2012

JAPON: ¿Nuclear o no nuclear?

A un cuarto del país se lo tragó un tsunami, que a su vez acabó con Fukushima. Fukushima acabó con la confianza de los japoneses en la energía nuclear, y podría de paso acabar de destrozar la economía japonesa que desde hace tiempo está en cuidados intensivos. En el tema de Japón y su dependencia a la energía nuclear hay que ser extremadamente cuidadosos para no pecar por ignorancia, cuando se le pide al país abandonarla del todo.

El gobierno, que como cualquiera está deseoso de ver repuntar sus negativos índices de aprobación ha tratado infructuosamente de balancear el deseo de los ciudadanos con la realidad económica que implica la decisión de acabar con todo. La clausura de los 50 reactores en Japón quebraría a 4 compañías de energía eléctrica y provocaría pérdidas económicas cercanas a los US$55.9 mil millones de dólares, según un informe publicado por la Agencia para Recursos Naturales y Energía.

Aún así, se contemplan dos opciones para amortiguar semejante golpe, y una tercera radical. La primera, habla de reducir la dependencia del país entre el 20 y el 25 por ciento para 2030. La segunda, propone una reducción del 15 por ciento también para el mismo año. La tercera es la opción de cero energía nuclear. De estas tres, el gobierno y los especialistas se decantan por la segunda, sin embargo se estrellan contra las encuestas que piden la abolición total de las plantas nucleares.

No es casualidad la propuesta del año 2030 para reducir drásticamente la dependencia nuclear. Para ese entonces casi todas las instalaciones tendrán 40 años o más y estarán próximas a su clausura definitiva. Lo que está haciendo el gobierno es dejar un compás estricto de espera para que las compañías, aún cuando estén operando los reactores, se reestructuren o se conviertan en proveedoras de otro tipo de energía.

Aunque el anterior panorama para muchos es más racional, para la histeria colectiva antinuclear no existen más posibilidades que la de terminar de una vez con todo. Los informes geológicos tampoco ayudan cada vez que sacan a la luz fallas sísmicas activas que podrían provocar terremotos de mediana o mayor intensidad cerca o directamente debajo de las plantas nucleares existentes.

El debate al que asistirá Japón a medida que se acercan elecciones generales para finales del próximo año no será de poca monta. Tendremos entonces ciudadanos discutiendo, no solo en contra o a favor de la energía nuclear, sino sobre las alternativas más convenientes.

Los empresarios ya han sonado las alarmas del desastre. Sin energía nuclear miles de empleos se perderán y el déficit comercial seguirá creciendo hasta llegar a niveles insospechados. Irónicamente el planeta también ha acusado el paro de reactores en Japón. Las emisiones de CO2 van en aumento y aunque exista la buena intención es ridículo negar el impacto que una economía importante como la japonesa tiene en el consumo de combustibles fósiles. Las otras formas de energía renovable siguen siendo costosas y poco confiables. Hay quienes aseguran que una importante inversión pública y la ejecución de nuevas tecnologías energéticas podrán disminuir las emisiones y aumentar las fuentes de empleo. La cuestión es de dónde sacar el dinero de esa gran inversión pública si las empresas se contraen por los altos costos de energía.

La otra gran pregunta es qué hacer con los reactores recién construidos y quién asumirá las pérdidas que cause su cierre. La planta nuclear de Shika, al oeste de Japón, cuyos reactores fueron inaugurados en 1993 y 2005, alcanzaría US$313 mil millones de dólares en pérdidas. Eso sin contar toda la inversión que han realizado otras plantas nucleares para reforzar su protección contra tsunamis . La planta nuclear de Chubu perdería US$397 mil millones de dólares que incluyen el costo de las operaciones de sus tres reactores. Las compañías Hokkaido Electric y Tohoku Electric que tienen reactores relativamente nuevos irían a la quiebra inmediata. La tristemente famosa TEPCO, ahora de propiedad estatal, tendría que cerrar sus 13 reactores provocando un desangre más en las finanzas de un país que tiene lidiar con reconstrucción , compensación, y recesión económica por cuenta de la actual situación mundial.

¿Nuclear o no nuclear? Es el gran debate económico y ético que deberán adelantar los japoneses. Lo cierto es que ningún país del primer mundo está preparado para llevar una vida del tercero repentinamente. El cambio a nuevas tecnologías tendrá que ser paulatino y responsable para el ajuste económico, aún ante los temores de nuevos sismos. Si el gran terremoto del 11 de marzo de 2011 no hubiera ocurrido, nadie lo estaría discutiendo. TEPCO seguiría campante, y pocos se preguntarían sobre los dramáticos sacrificios y responsabilidades que exige depender de la energía nuclear en un país en los que la sismicidad y el límite de recursos naturales son incuestionables.