viernes, 6 de abril de 2012

BRASIL - ESTADOS UNIDOS: la incomodidad brasileña, el contrato Embraer y una ojiva nuclear de fondo.


Marzo 19,2011. Brasilia
 A la expectativa estamos todos de la visita de la Presidente de Brasil, Dilma Rousseff, a la Casa Blanca el próximo 9 de abril. Si ya Brasil se ha convertido en referente latinoamericano, ahora el mundo incluso lo mira con envidia. Enormes descubrimientos de yacimientos de petróleo en su plataforma continental, la economía creciendo el doble de la estadounidense, incluso sobrepasando al Reino Unido como la séptima economía más grande del mundo. Además, se dispone a celebrar en 2014 la Copa Mundial de Fútbol y, como si fuera poco, los olímpicos de 2016.

La reunión promete ser cordial pero no extremadamente amigable. Los brasileños no están muy contentos con que la visita de doña Dilma no haya sido considerada por Washington como “visita de estado”. Mientras la Casa Blanca aduce que en años electorales no se conceden tales privilegios, los brasileños lo consideran un desplante. Hay de por medio embolatados US$355 millones de dólares por la suspensión de un contrato de la Fuerza Aérea de Estados Unidos con Embraer. Otros US$700 millones de dólares que cuesta el contrato de la compañía brasileña Odebrecht para construir un complejo hotelero contiguo al Aeropuerto de Miami y que se ve afectada por una nueva ley del estado de la Florida que prohibe contratos con empresas con nexos comerciales con Cuba.

Estados Unidos no está muy satisfecho con el entusiasta apoyo de Brasil a Irán y mucho menos con la posición de Dilma Rousseff en su pasada visita a Cuba en la que criticó fuertemente los abusos de derechos humanos cometidos en Guantánamo pero no dijo ni una sola palabra sobre el régimen de los Castro.

Si bien pareciera que acercar al gigante del Sur con el del Norte fuera un asunto de titanes, podría ser más fácil de lo que se piensa solo si se dan cuenta que entre él y ella tan solo hay un ojiva, que bien armada podría significar una posición doblemente ganadora.

Podría Obama agudizar sus dotes de buen seductor y Rousseff su poder de convencimiento para enfrentar uno de los temas, que de no ser por la actual coyuntura mundial, no tendría mayor relevancia: el programa brasileño para el enriquecimiento de uranio. Y es que la diplomacia brasileña sin duda ha dado una de sus mejores volteretas: de vocera feroz contra la proliferación nuclear desde 1991 a luchadora incondicional por el “inalienable derecho” de los países al enriquecimiento de uranio con fines pacíficos.

Otros tiempos corrían cuando en los 90 Brasil permitía a los expertos de la Agencia Internacional de Energía Atómica el escrutinio de sus instalaciones nucleares y se acogía a los lineamientos del Tratado de no Proliferación Nuclear. Todo cambió cuando en 2004 el entonces presidente Lula Da Silva dio el visto bueno a la planta de procesamiento de uranio y a regañadientes aceptó la visita de los inspectores de la AIEA.

Tanto Brasil como Irán dicen que su programa nuclear es totalmente pacífico. La diferencia está en que mientras en América Latina el patio parece estar en calma, en Medio Oriente los zocos están que bullen. De resto, las condiciones son muy parecidas salvo por un hoyo negro que se traga cualquier intento por instaurar el orden nuclear. Tanto Irán como Brasil, son firmantes del NPT (por sus siglas en inglés Nuclear Non-Proliferation Treaty) que permite la construcción de procesadoras de uranio con fines eminentemente pacíficos, y su control por la AIEA. El meollo del asunto está en que las mismas instalaciones pueden ser utilizadas para fabricar armas nucleares, y que el plutonio reprocesado de reactores nucleares “amigables” puede ser utilizado en bombas nucleares. Lo irónico es que en la misma situación se encuentran por lo menos 40 países con programas nucleares vigentes.

El velado pedido que podría susurrarle Obama a Rousseff tendría que ver con “un tratamiento diferente” de Brasil a su programa de enriquecimiento nuclear y quizá con la adopción una estancia mucho más crítica hacia Irán, con el que Brasil tiene amplios nexos comerciales. La idea no sería otra que Brasilia se ajustara a los parámetros propuestos a Teherán por Naciones Unidas, es decir, aceptar uranio enriquecido únicamente de la AIEA y permitirle a la misma agencia reprocesar el plutonio resultante.

La pregunta está en no solo si Obama formule el pedido, y que Rousseff lo considere, sino si los nacionalistas brasileños aceptarían contribuir de semejante forma a la paz internacional, o mejor aún, si les interesaría liderar una nueva corriente a nivel mundial que termine con el consabido argumento de la “discriminación nuclear” esgrimida no solo por Irán sino por Corea del Norte, y que permita finalmente a Naciones Unidas cubrir ese vacío que carga el Tratado de No Proliferación Nuclear.

Los países que ya son nucleares también deben dar señales de querer solucionar el problema. Si Rousseff jugara bien las cartas, podría disparar mucho más la credibilidad de su país, si al sentarse con Obama “negociara” los términos del programa nuclear brasileño atados a la reducción de armamento nuclear estadounidense, junto con un apoyo incondicional a la reducción en otras potencias. Una jugada de tal magnitud pondría a la presidente brasileña en el pedestal político mundial. Al fin y al cabo, a más de una potencia le interesa que el tema Irán se solucione antes de que por pura presión Arabia Saudita, Turquía, Egipto y otros se armen hasta los dientes a punta de ojivas.

¿Qué más puede pedir Brasil? Fuera del tema Embraer y Obredetch, una “cooperación importante” de Washington en la entrada de etanol a base de caña de azúcar a Estados Unidos muy a pesar de los productores estadounidenses que producen el combustible a base de maíz.

Por ahora se sabe que los dos mandatarios se centrarán en el desequilibrio comercial y la economía regional, pero bien podrían considerar el tema. Estamos en épocas electorales y Obama, que pareciera tenerla cruda, necesita pegarse de cuanto santo aparezca por el camino, no importa si el santo es una ella, si viene de Brasil, y si trae consigo una carpeta llena de propuestas novedosas.

Soñar no cuesta nada, y honestamente da la impresión que  los dos no dan para tanto. Veremos hasta donde les llega el impulso, la astucia, y por supuesto, el orgullo.