En “Japón: Fallaron los cálculos”, publicado en este mismo blog, doy por sentado que a pesar de lo preparado que está el país para los sismos, fallaron los cálculos en la prevención de desastres. También dejo ver la posibilidad de que estemos ante la delicadísima posibilidad de que una buena parte del terreno de Chiba y de la Bahía de Tokio sea el escenario de la siguiente tragedia japonesa, que podría ser mucho más tremenda que la causada por el gran terremoto de Tohoku, acontecido el pasado 11 de marzo.
Mis sospechas sobre la fragilidad de ciertas zonas surgieron viendo las imágenes de un aficionado en “i report” de CNN (ver video). En ellas la tierra en una zona de Chiba parecía respirar y por algunas grietas de un parque aparecían sendos charcos de agua que no dejaban la menor duda de que el terremoto había sido tan fuerte, que había causado el tan temido fenómeno de licuefacción. En otras palabras, la tierra firme se convierte en barro y deja sin estabilidad cualquier terreno.
Hoy mis temores se confirman con la noticia de que el área que rodea a Disenylandia en Tokio tendrá que ser reforzada, ante la posibilidad de que un gran terremoto no solo destruya el parque sino que se cobre la vida de los 96000 habitantes del lugar.
A más de 10 días de la tragedia, las autoridades ya aceptan que por lo menos 1 455 hectáreas de la tierra reclamada al mar en Urayasu, una ciudad de Chiba, sufrió el fenómeno de licuefacción. Algunos parqueaderos de Disneylandia literalmente se derritieron, mientras que las áreas más importantes del parque aguantaron gracias a cimientos que van a hasta los 15 metros de profundidad. Para fortuna del orgullo de la ingeniería japonesa la prensa dejó de lado el sismo que sacudió con fuerza a Ibaraki, Chiba, y Tokio y sus importantes advertencias, para concentrarse en la catástrofe del norte.
El tema no es de poca monta si tenemos en cuenta que gran parte de las nuevas zonas de Tokio están construidas en terrenos reclamados al mar. Entre ellas, las cuatro pistas del Aeropuerto de Haneda - el segundo aeropuerto más congestionado de Asia- que por estar reforzadas no sufrieron daños. Sin embargo la super construcción de Fuji Televisión, en Odaiba, uno de los lugares más caros y populares de Tokio, registró casos de licuefacción en sus terrenos.
A estas alturas, poco a poco se conocen los mapas de las zonas propensas a licuefacción, sin que exista por ahora plan alguno para reforzar los terrenos. No solo costará miles de millones de dólares, sino que el gobierno, bajo las actuales circunstancias económicas, no tiene con qué.
En Chiba y en Tokio, se hundieron andenes, postes, partes de la playa desaparecieron, algunos edificios se hundieron pocos centímetros y hasta el momento, o por lo menos así parece, no existe ninguna evaluación oficial de los daños del terremoto en Tokio y áreas vecinas, y sí que menos un registro de estructuras que hayan podido ceder ante la fuerza sísmica.
Entretanto, sigue temblando en algunos casos con más de magnitud 6. No me cabe la menor duda de que Japón estuvo de buenas. Una historia casi apocalíptica estaríamos contando si el terremoto madre, es decir, el de Iwate hubiera sucedido 100 kilómetros más abajo. No solo las plantas de Fukushima se hubieran literalmente reventado, sino que el tsunami hubiera destrozado Chiba y Tokio. A eso habría que sumarle las innumerables pérdidas por licuefacción. Más de cien mil muertos, por bajas las predicciones. Un panorama, desde luego, no improbable habida cuenta de la experiencia más reciente.
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