jueves, 17 de marzo de 2011

JAPON: Fallaron los cálculos.

No es fácil recordar escenas angustiosas ni dolorosas, pero es riguroso hacerlo cuando se quiere espantar los fantasmas que acechan. Doce horas después de mi llegada a Tokio, luego de unas emocionantes vacaciones en Colombia, Japón, en últimas mi casa, fue sacudido por dos fortísimos terremotos que nos dejaron en estado de shock. El tsunami que lo sucedió, la inundación, la riada inmisericorde y una cascada de eventos nos han puesto a los habitantes y al estado en una situación límite.

Con más de 300,000 desplazados, probablemente más de diez mil muertos, una infraestructura básica destruida en una gran parte del norte del país, y el rápido deterioro de las condiciones para llevar una vida estable, la situación se agrava.

Cuando el terremoto se disparó y provocó olas gigantescas de más de 10 metros hacia el oeste, las cartas estaban echadas y la destrucción era inminente. Pudo haber sido peor. La cresta de las olas durante el tsunami del Océano Índico en algunos casos superaron los 30 metros, y las de la erupción del Monte Krakatoa, en 1883, provocaron una muralla de olas que paso de los 50 metros.

Hasta el momento los japoneses se concentran en salvar su propia vida y a estas alturas no sé si alguno se estará preguntando si no le cabe cierto nivel de responsabilidad a la Agencia de Meteorología del Japón, la encargada de emitir advertencias no solo de pronósticos del tiempo, sino de información sensible relacionada con eventos de la naturaleza: terremotos, tsunamis y tifones. Si no son también de alguna forma responsables los expertos en prevención de desastres, muchos de los cuales son sismólogos mundialmente reconocidos.

El impacto emocional de ver mi edificio temblando como una gelatina, de oir el ruido de la estructura estremeciéndose por minutos interminables durante dos terremotos seguidos, ver caer pedazos de la fachada desde los pisos altos, mi lucha por mantener la puerta abierta, el estruendo generado por todo lo que caía en las habitaciones y mi ruego para que la tierra parara de bramar es indescriptible. Todavía mientras vuelo hacia Colombia cierro los ojos, recuerdo todo aquello y siento miedo de enfrentar de nuevo a mi propia casa.

Desde que pude bajar para deambular en soledad entre tanta gente por el parque, no he dejado de pensar en lo que hay detrás de todo aquello, y entonces me puse en la labor de escudriñar los archivos públicos del record de seísmos acontecidos los días inmediatamente anteriores. Con sorpresa veo, que la tierra lanzó las advertencias, y los humanos, aparentemente expertos en el tema, no supieron entenderla.

Desde el 9 al 11 de marzo, antes del terremoto de 9 grados en la escala de Richter, acontecieron en la misma zona más de 22 movimientos telúricos de los cuales, el menos intenso, registró 5 grados, siendo el más importante uno de 7.2 el 9 de marzo, con un poco más de 48 horas de diferencia con el sismo que destruyó buena parte del norte japonés. Todos estos movimientos a menos de 32 kilómetros de profundidad, demasiado cercanos a la superficie como para provocar una catástrofe tan solo un poco menor a lo que hemos presenciado por televisión. Cabe entonces la pregunta si algo falló en el sistema de predicción de terremotos. Si los científicos lo sabían y por alguna razón no lo informaron. Si detrás de esa supuesta retención de información vital, no existía el temor a un pánico general que rebotara nefastamente en momentos en que la economía japonesa se debate entre la vida y la respiración asistida.

Tengo que confesar que mis conocimientos sobre sismología son más que limitados, pero otro dato que me llama poderosamente la atención es que se hable de un gran terremoto en Miyagi, el de 9.1, y se incluya como réplica al segundo, ocurrido en Ibaraki, ahí en las narices de Tokio. Para mí, mirando la misma fuente de datos, se trata de dos terremotos diferentes, este último que puede estar gestando, nada más y nada menos, que el esperado gran terremoto de Kanto. Temido porque justo en la costa de Tokio se encuentran tres placas que coinciden como si fueran la punta de un triángulo.

El segundo terremoto, que fue el que ocasionó daños en Tokio, tuvo una magnitud de 7.2, y se disparó, como el primero, a pocos metros de la superficie en Ibaraki. Razón suficiente para entender por qué algunos andenes se hundieron y por qué en algunas zonas nuevas de Chiba, reclamadas al mar, se abrieron grietas por las que se coló el agua –según testimonios valiosísimos de colaboradores de la sección de “I report” de CNN. El segundo terremoto generado en Ibaraki, hasta el domingo en la madrugada había generado 82 sismos con más de 5 grados en la escala de Richter. La tierra sigue estremeciéndose, y a tanta tragedia se cierne la crisis nuclear.

Pero si en el asunto de los sismos tengo dudas. Mucho más en la emergencia nuclear generada en Fukushima, justo después del sismo. Japón fue advertido hace más dos años por la Agencia Internacional de Energía Atómica que consideraba que las normas de seguridad de ciertas plantas nucleares no eran capaces de soportar fuertes terremotos. Entonces, el gobierno japonés se comprometió a solucionar el problema en todas sus plantas nucleares. Ahora no cabe la menor duda que tendrá que enfrentar un duro cuestionamiento sobre su negligencia.

La planta de Fukushima solo estaba diseñada para soportar terremotos hasta de magnitud 7, de ninguna manera los 9.1 del terremoto del viernes pasado. Es más, durante la reunión del Grupo de Seguridad Nuclear del G-8, en Tokio, en 2008, el tema volvió a surgir, con él, varias dudas sobre las medidas para proteger instalaciones energéticas nucleares de más de 35 años de antigüedad.

El documento publicado por Wikileaks dice: “El [el oficial de la IAEA] explicó que la guía para seguridad sísmica solo ha sido revisada tres veces en los pasados 35 años, y ahora la IAEA las está re examinando. Así mismo, se notan recientes sismos que en algunas cosas superan la resistencia del diseño básico de algunas plantas nucleares y constituye un serio problema que conduce a un trabajo de seguridad sísmica”.

Yukiya Amano, Director de la IAEA va en estos momentos rumbo a Japón a enfrentar un problema nuclear de “serias dimensiones” según sus propias palabras.

Foto:msnbc.com