Nadie se comprometió a nada. Ninguno parece realmente inclinado a corregir los “imbalances” que son preocupantes para Estados Unidos y otros que sufren del catastrófico déficit comercial a manos de China y otras naciones. Al menos se pusieron de acuerdo en una cosa: “políticas económicas unilaterales o descoordinadas solo conducirán al empeoramiento de la situación para todos”.
En realidad, ni los chinos ni los alemanes, que se oponían a la presión de Estados Unidos para que redujeran el superávit comercial, rechazaron la opción de un texto vago, por no decir confuso, dificilmente entendible para el resto de los mortales: “una tasa de cambio determinada por el mercado impulsada por la flexibilidad para reflejar las fundamentos económicos subyacentes y frenar la competencia por la revaluación de monedas”.
Aunque otros se expresaron con cautela, Obama puso el dedo en la llaga al decir que aunque para el mundo son benéficos la salud económica y el crecimiento chino, el asunto del Renminbi – como se denomina la moneda china oficialmente - era “irritante” no solo para Estados Unidos sino para muchas naciones exportadoras. China, dijo, “gasta increíbles cantidades de dinero interviniendo sus mercados para mantener su moneda devaluada”.
A la ira china y a las críticas alemanas, compartidas por muchos que vieron la intervención de Estados Unidos en el dólar como una violación a los mercados financieros mundiales, Obama argumentó que la decisión no había sido tomada con el objetivo de devaluar su moneda, sino con el único fin de reactivar su economía.
Si ante la prensa todo fueron sonrisas y abrazos, tampoco es un secreto que China y Alemania no estaban contentas con la propuesta surgida dentro de una reunión ministerial del G-20 en el mes anterior, que llamaba a un límite del 4% en el superávit comercial de los países más poderosos.
El objetivo de estudio del G-20 en todo este año, era determinar si los miembros estaban manipulando sus monedas, pero las tremendas diferencias en materia económica entre China y Estados Unidos han demostrado que aunque haya muchos otros países involucrados, casi a manera de árbitros, el grupo tiene serias limitaciones y no se ha atrevido a formular ninguna queja y mucho menos una solución real para los países que violen las reglas. Nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato.
El objetivo de estudio del G-20 en todo este año, era determinar si los miembros estaban manipulando sus monedas, pero las tremendas diferencias en materia económica entre China y Estados Unidos han demostrado que aunque haya muchos otros países involucrados, casi a manera de árbitros, el grupo tiene serias limitaciones y no se ha atrevido a formular ninguna queja y mucho menos una solución real para los países que violen las reglas. Nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato.
Por lo menos algo debía salvarse de la reunión en Seúl. Lograron ponerse de acuerdo los 20 en nuevas regulaciones bancarias mundiales que todavía no conocemos, y que no sabemos qué repercusiones tengan al final para quienes no estamos en la crema del café.
En el campo político no se dijo mucho más de lo que ya sabíamos. Que los países con mayor superávit comercial deben reducir su dependencia en las exportaciones, y que los países con déficit comercial deben hacer lo contrario. Qué tan viable sea, depende de qué tanto esté dispuesta China a recortar el volumen de sus exportaciones... En cuanto a las monedas, no es mucho lo que se pueda hacer sin tocar fibras sensibles como la soberanía. Mucho menos teniendo en cuenta que para China, la crisis en general, ha sido más provechosa que dañina.
Mientras tanto, Sur América intenta coordinarse mucho mejor para escapar del derrumbe de la moneda estadounidense y la imparable apreciación de sus monedas. Guido Mantega, el Ministro de Finanzas de Brasil, ha dicho varias veces que el reinado del dólar en las reservas se acabó. Entretanto, se imponen medidas para frenar el ingreso de capital extranjero para evitar que las economías que hasta hace poco iban bien, sucumban ante la revaluación.
El próximo año la reunión del G-20 será en París. Allí Sarkozy tendrá que salir con un nuevo plan que sea consistente con las ambiciones de todos, y que salve al mundo de una castástrofe económica como la que se cierne. Para Sarkozy será una cuestión de honor. No solo representará a los países del euro, sino que su desmpeño marcará su reelección.
Foto: Países del G-20