En 2004, Morgan Spurlock nos sorprendió con la película “Super Size Me” (video en español), un filme que criticaba y buscaba alertar a todos aquellos seguidores de las comidas chatarra, específicamente de Mc Donalds, sobre la importante labor que jugaban sus hamburguesas y nuggets en la diabetes y la obesidad. A Spurlock se le ocurrió alimentarse 30 días seguidos con Mc Donalds, tiempo en el que su colesterol, sus enzimas hepáticas y otros parámetros aumentaron peligrosamente, además de experimentar depresión, palpitaciones y disfunción sexual. Rápidamente, el documental se convirtió en uno de los más vistos. Fue nominado a un Oscar y cambió, o por lo menos sirvió para que millones en el planeta le dieran otra mirada a las comidas rápidas.
Ahora, un grupo de medicos ha producido un comercial de 39 segundos, que puede ser tan controversial como el intento super talla de Spurlock. El Comité de Médicos para la Medicina Responsable, con sede en Washington D.C., ha puesto a rodar “Consecuencias”, una corto que ha generado en tan solo pocos días miles de visitas en You Tube. La historia del fenómeno también la han llevado en sus páginas el Wall Street Journal, The Guardian, y New York Times entre otros.
Unos aplauden el intento del grupo de médicos por recordarnos las consecuencias de una alimentación basada en una comida alta en grasas y sal, otros piensan que el tema ya ha ido demasiado lejos y que aunque el objetivo primordial de criticar los peligros escondidos de las inocentes hamburguesas y otros alimentos similares es válido, ven el comercial como manipulativo y emocional. El corto no se contenta con mostrar el logo de McDonalds a los pies de un difunto en la morgue, sino que según los contradictores del comercial, incita a convertirse en vegetariano.
Lo cierto es que los vegetarianos tienden a ser menos obesos, a registrar menos enfermedades coronarias, hipertensión, diabetes y otras enfermedades como el cáncer. Ya no cabe ninguna duda de que la "dieta estadounidense", que erróneamente se ha apropiado de la definición de "dieta occidental", es una de las más nocivas para el cuerpo.
Disminuir el consumo de carnes no implica tener que descartarlas del del todo. La dieta mediterránea - tan occidental como la dieta estadounidense - es una de las más reconocidas por el balance entre proteina animal, vegetales y granos. La dieta japonesa, sin duda pilar para la longevidad de los nipones, demuestra que la carne en cantidades muy moderadas y un consumo marcado de vegetales y sus derivados hacen la diferencia.
La “dieta estadounidense”, ha sido la responsable de que Estados Unidos haya ocupado un deshonroso lugar 36 en el informe de la Organización Mundial de la Salud, y de que extranjeros que en sus países de origen, con una dieta normal, tendrían cuerpos perfectamente armónicos, engrosen rápidamente las filas del sobrepeso y de los militantes del síndrome metabólico una vez se integran a la vida en Estados Unidos.
Echarle la culpa enteramente a Mc.Donalds por la obesidad del 63 por ciento de los estadounidenses tampoco es justo. Ni que fuera la única fuente de mala alimentación. El problema es que tan solo en Estados Unidos, McDonalds es el anunciante más poderoso y gasta más de US$1,000 millones de dólares al año en publicidad directa y comerciales. Todos sus comerciales son efectivos y enfocados a la franja que más les conviene: los niños (sus consumidores, los enfermos del futuro). Lo grave es que actualmente, un niño de 3 años reconoce sin problemas el logo de Mc.Donalds, por encima de cualquier otro que identifique opciones más saludables.
¿Sabe usted cuánto se debe caminar para eliminar completamente las calorías ganadas por un combo de Bic Mac, Coca-Cola, y papas fritas? Siete horas continuas. Así que la próxima vez que por su mente aparezca esa “M” provocativa de McDonalds u otro logo que identifique a cualquiera de su grasosa parentela, piénselo dos veces. Y si su adicción es tan grande como para no poderla obviar, por lo menos decista de las papas fritas, y la Coca-Cola cámbiela por un buen té verde. En algo le ayudará con el cargo de conciencia. De todas formas, no sobra darle una ojeada a la tabla calórica de la multinacional.
En América Latina, vamos inexorablemente por el mismo camino de la obesidad. Es hora no solo de cuidar lo que se consume en casa, sino de exigir transparencia a los supermercados y restaurantes de comidas rápidas. A todos nos asiste el derecho de saber qué estamos comiendo, y qué contenido de grasas, sal y carbohidratos tiene cada producto que consumimos.
NOTA: El Corral está en mora de dejarnos saber el contenido calórico y de grasas de sus hamburguesas. En varias ocasiones lo he solicitado, sin que mi petición haya sido siquiera considerada. Me pregunto si habrá otros buscando la misma información. Fanáticos de El Corral... ¡Uníos!