Sin duda emocionante el regreso a la superficie de los mineros chilenos atrapados durante meses en la mina de San José. Pero quienes creen que estos valientes mineros son los héroes de la jornada se equivocan. Decir que no son héroes no es menospreciar su tragedia ni demeritar de ninguna forma el duro encierro que tuvieron a una temperatura infernal, con unos niveles de humedad que provocaron hongos en la piel, y a una oscuridad a la que sus ojos tuvieron que acostumbrarse pacientemente. No es menos asombroso, y esas historias las escucharemos luego, la forma como soportaron su encierro, a 700 metros de profundidad, apoyados desde afuera.
Sin embargo, y lo lamento por los soñadores y románticos latinoamericanos, el verdadero héroe de la jornada se encuentra no muy lejos, en Santiago, fuera del alcance de todas las cámaras, las luces y sin decir una sola palabra. El verdadero héroe viajará el viernes a su casa en Colorado, donde su esposa Dora lo espera. Así pues que este hombre anónimo está en la base de Geotec en Santiago de Chile mirando tras bambalinas la culminación de su obra. No es chileno, es estadounidense.
Se trata de Jeff Hart, de 40 años, un ingeniero al servicio del la Ejercito de los Estados Unidos que fue traido exclusivamente de Afganistán para esta delicada misión. Hart estuvo 33 días seguidos operando la perforadora que finalmente abrió la ruta de rescate para los 33 mineros chilenos.
Hart, un tipo taciturno y tostado por las inclemencias del tiempo, normalmente perfora rocas en búsqueda de petróleo o agua. Así que está muy acostumbrado a trabajar en condiciones extremas. Solo que esta vez, no lo esperaba un pozo de crudo, ni de agua, sino un grupo personas que esperaban salir vivas del socavón.
La decisión del gobierno chileno al dejar de lado el orgullo, luego de que colapsara la mina el 5 de agosto, fue la correcta. Piñera no tuvo ningún problema en aceptar que tanto el estado chileno como los dueños de la mina estaban pobremente equipados para una maniobra de semejante envergadura. Fue cuando pidió a Codelco, la compañía minera estatal, hacerse cargo de la operación.
Codelco, que tampoco podía hacer mayor cosa, tocó la puerta de Geotec Boyles de Estados Unidos, una compañía chileno americana, para encargarse del "Plan B", uno de los tres contemplados para llegar hasta los mineros. Fue asi como James Stefanic, el gerente de Geotec, reunió un equipo de primera linea, que incluía expertos que llegaron desde Pensilvania y quienes conformaron el equipo alrededor de la perforadora T130, la estrella de la jornada.
Pero para Stefanic el equipo no estaba completo y necesitaba una mano altamente experimentada. Tomó la decisión de llamar a Jeff Hart desde Afganistán porque simplemente era el mejor y el más experimentado en perforaciones grandes utilizando la T130. Así que el ingeniero estadounidense se hizo cargo desde entonces del panel de control y enfrentó por primera vez la posibilidad de un fracaso cuando el martillo se destruyó al golpear un soporte de metal que tenía la mina, y que no estaba en el mapa que les habían entregado. No hubo entonces más remedio que traer otro equipo de Estados Unidos, unos poderosísimos imanes que descendieron para atraer y extraer todas las piezas que habían quedado atrapadas.
La tarea no era fácil, romper tierra, roca pura compuesta de materiales duros y abrasivos y además evitar que los martillos se doblaran o se destrozaran. Es por eso, que cuando Hart decidió el sábado dejar el campo de perforación para no robarle ni un minuto de estrellato a quienes sí querían estar ante las cámaras, los familiares de los mineros -que habían seguido segundo a segundo su trabajo - lo despidieron como a uno de los suyos.
Antes de marcharse, y como cualquier campeón mundial, fue despedido con chorros de champaña. Fue Hart quien dió el último empujón del taladro que terminó de abrir el boquete de los 65 centímetros que faltaban para llegar a los mineros. Una mano menos experta, y eso lo sabían quienes estaban a cargo de la operación, hubiera dado al traste con todo el esfuerzo. Un poco más de fuerza en el martillo, no solo hubiera puesto en peligro la vida de quienes sobrevivían en el socavón, sino que hubiera podido romper el equipo a tan solo unos centímetros de terminar.
En medio de la merecida alegría es triste que nadie se acuerde de Hart. Nadie lo nombra y el orgullo nubla la mente de los ingenieros chilenos que dan gracias a la tecnología y a la experiencia de su país. Todos sin excepción han hablado del talento chileno y olvidan que la alegría de ahora, esa que llega por CNN, y por otras cadenas gracias a 1300 cámaras que cubren el rescate, ha sido posible gracias a un héroe anónimo, estadounidense, de Arvada, Colorado. Uno que no necesita reconocimiento público, primero porque no es político ni busca la fama. Luego, porque sabe que su mayor recompensa es ser el mejor perforador del mundo. Razón tienen quienes le dicen con cariño "The Driller"... "El Perforador".