Los conservadores, autores de la coalición Alianza, retuvieron una jugosa minoría en el gobierno muy en contra del partido Social Demócrata, de izquierda, que ha gobernado Suecia durante los últimos 78 años. Pero lo que realmente sorprendió fue que los ultra derechistas del Partido Demócratas de Suecia hayan obtenido un 5.7 por ciento de la votación. Suficiente para ganarse 20 escaños en el parlamento y provocar tremores en el tablero de influencias.
La campaña de los Demócratas de Suecia tuvo como plataforma planteamientos en contra de la inmigración. El jovencísimo Jimmi Akesson, de 31, apeló una y otra vez a la “suequicisidad” –“Swedishness”. Sin ningún pudor, el político se refirió a los musulmanes que habitan en Suecia como la “peor amenaza para el país desde la Segunda Guerra Mundial”, argumentando que la población musulmana había crecido del 7 al 10 por ciento en tan solo diez años.
Los especialistas menos apasionados analizan el cambio como uno apenas lógico en el que suecos empiezan a verse ya no tan tolerantes como antes. Suecia estaría sumándose al creciente derechismo europeo que se traduce en el rechazo a inmigrantes de otras razas y a no cristianos.
Lo que ha sucedido con la masiva deportación de rumanos de Francia y de otros países europeos en días pasados es un síntoma de que los partidos de derecha en Europa están recibiendo apoyo de quienes piensan que es hora de ser nacionalistas. En Inglaterra, por ejemplo, el Partido Nacional Británico, de tinte neonazi, recientemente gano sus primeros dos escaños en el Parlamento Europeo. En 1990 los mismos Demócratas de Suecia se autoproclamaban de tendencia Nazi, aunque Akesson insista ahora que su partido ha evolucionado y ha realizado una estricta purga de miembros extremistas.
Lo que ha sucedido con la masiva deportación de rumanos de Francia y de otros países europeos en días pasados es un síntoma de que los partidos de derecha en Europa están recibiendo apoyo de quienes piensan que es hora de ser nacionalistas. En Inglaterra, por ejemplo, el Partido Nacional Británico, de tinte neonazi, recientemente gano sus primeros dos escaños en el Parlamento Europeo. En 1990 los mismos Demócratas de Suecia se autoproclamaban de tendencia Nazi, aunque Akesson insista ahora que su partido ha evolucionado y ha realizado una estricta purga de miembros extremistas.
Europa está cambiando social y políticamente. Las ideas de política correcta parecen ceder poco a poco antes las presiones económicas y religiosas que van atadas a la inmigración. La preocupación por la identidad y la herencia cultural es legítima, aunque muchos lo vean como una aberración. Para muchos europeos están en juego las libertades civiles, los derechos de la mujer, el estado de derecho y la misma democracia, aunque no hay que negar que en la cabeza de muchos “identidad y herencia cultural” sea el equivalente xenofobia.
Suecia en su afán de ser inmaculada y políticamente correcta, olvidó que sus ciudadanos no viven aislados y que esperan también respuestas ante el creciente número de inmigrantes en un país con tan solo 9 millones de habitantes.
En los social demócratas – los de izquierda – existe el temor de que la política se acerque cada vez más a la vecina Dinamarca, donde el Partido Popular Danés ha dictado políticas de inmigración mucho más estrictas desde 2001.
Al final, aunque el Primer Ministro de Suecia Frederik Reinfeldt se haya declarado ganador, lo cierto es que perdió. Para el más ingenuo de los suecos el resultado es evidente: triunfó la derecha.