miércoles, 22 de septiembre de 2010

BRASIL: EN LOS CINCO DE LA DESPENSA

Los ambientalistas se rasgan las vestiduras, los ecologistas están dispuestos a dar la última batalla, mientras los expertos en economía se llenan de desesperanza y se acuña el próximo nuevo término que se pondrá de moda: “agropesimismo”, o la incapacidad del ser humano para alimentarse con los recursos actualmente disponibles y en desarrollo.

Entre tanto, la tierra ha comenzado a pasarnos la factura. Tokio con veranos de 37°C y Los Ángeles a 18°C. Huracanes más fuertes, ríos que se forman en México por cuenta de las depresiones tropicales, inundaciones cada vez peores en las tierras bajas. Fenómenos metereológicos perfectamente acuñados sin que nadie sea capaz de explicar por qué tenemos “Niña” y “Niño” tan seguido.

Los desastres naturales no se hacen esperar. Incendios en los bosques rusos, impresionantes inundaciones en el desesperanzado Pakistán, países que ocupan el quinto y el octavo lugar en la producción de trigo mundial. La hambruna se cierne y no hay nada más que hacer sino echar mano de esas hectáreas inexplotadas de naturaleza.

Dicen los expertos, que para el 2050 tendremos que aumentar en un 50 por ciento la producción de carne y granos para alimentar al mundo. El problema, es que muchas de las tierras actualmente en producción están desgastadas y serán improductivas dentro de muy poco tiempo. Para colmo de males el panorama del agua tampoco es el mejor.

Los religiosos se apegaron a las predicciones bíblicas, los supersticiosos a Nostradamus, y los economistas al Club de Roma – un grupo de académicos y empresarios importantes - que concluyeron que el mundo se quedará sin materia prima y se enfrentará a un posible colapso en el S.21. Ya.

Es aquí donde los brasileños han sabido jugarla, también como lo hacen con la pelota de fútbol. Sería miope y desagradecido echarle todas las flores al Presidente Lula da Silva, porque el Brasil actual es el resultado de un proceso de desarrollo que ha creído en la autosuficiencia y en la exportación de materiales a futuro. Los brasileños decidieron, en contra de los verdes, expandir la producción doméstica, invirtieron en investigación científica, sin echar mano de los tan aclamados subsidios ni del proteccionismo estatal, tan alabado por los de izquierda. En vez de arropar a los agricultores de la competencia internacional, los puso a competir y simplemente quebró el que tenía que quebrar. Duro, pero práctico.

Brasil ha logrado consolidarse en los anteriores 40 años como un monstruo de la agricultura tropical y con altura se ha colado entre los cinco grandes productores de alimentos. Brasil ha hecho poco caso de las letanías de las pequeñas granjas y los cultivos orgánicos – favoritos en la perorata ambientalista, en cambio se ha concentrado en monocultivos, fertilizantes y plantas genéticamente modificadas. Brasil, no ha hecho sino adaptarse y adelantarse a la escasez de alimentos que veremos en las próximas décadas. Y es que claro, en términos románticos suena mejor una papa hidropónica que una genéticamente moldeada a las necesidades del planeta. Simplemente ha hecho caso omiso a la tendencia de vegetales orgánicos pero incomprables, poco consecuentes con la realidad económica estándar.

Lo más llamativo del agro brasileño ha sido la capacidad para mezclar pastos resistentes africanos con agricultura de cualquier otra parte del mundo. Tareas claramente imposibles si Lula hubiera sido tan radical y tan intransigente como otros gobiernos de la región, a todas luces contaminados por ideologías primariamente extranjeras y por un radicalismo ideológico que poco tiene que ver con el desarrollo y la inteligencia económica.

La idea que nos quieren vender – tal como me lo comentaba un compañero de trayecto, asesor de la FAO – es que Brasil arrasa anualmente con cientos de kilómetros de bosques nativos por cuenta de la agricultura. La verdad es que el desarrollo de los últimos cuarenta años se ha ejecutado en el “Cerrado”, no precisamente en la prístina selva amazónica.

Y es que si nos remontamos a la historia del “Cerrado” hay que traer a colación las declaraciones del controvertido Norman Borlaug, el llamado padre de la Revolución Verde, quien le dijo al New York Times que “nadie hubiera pensado que aquellos suelos serían alguna vez productivos”. Simplemente, eran demasiado ácidos y paupérrimos en nutrientes. Brasil hizo lo que debía a pesar de las críticas internas: durante más de cinco años destinó millones de toneladas de cal para basificar los suelos y cruzaron variedades de “rizobium”, una bacteria que ayuda a fijar el nitrógeno en el suelo, reduciendo así la dependencia a los fertilizantes. Así pues, la estéril región del “Cerrado” constituye, hoy por hoy, el 70% de la despensa alimentaria.

América Latina está llena de “cerrados” . Lo que nos falta, lo digo sin temor a equivocarme, es la voluntad política para tomar decisiones dolorosas en el momento adecuado. Brasil tardó cuarenta años en llegar a ser el gigante actual. No ha sido el gobierno de Lula. Simplemente, el proyecto constante de país para llegar a ser un gigante mundial del agro. Entretanto, América Latina mira a Lula como si fuera el salvador. Lula se va, Brasil se queda, así como la miseria y la inmensa miopía de nuestros gobernantes. No eximo a ninguno, el campo está vuelto añicos desde México hasta la Patagonia.