La ola verde es mucho más que un color. Eso deberían saberlo de sobra los verdaderos seguidores que esperan que el ex profesor y ahora candidato, Antanas Mockus, llegue a la Casa de Nariño.
Todos ven cómo sube la marea. Unos se zambullen, otros le temen, y otros surfean en la cresta para ver de qué forma sacan provecho de esa ola, que como un tsunami, podría golpear de fondo a los partidos tradicionales colombianos, inlcuyendo la recalcitrante, ambigua y desconfiable izquierda colombiana.
No es sino ver el contrapunteo del lituano contra el samario para llegar a la conclusión que dentro del Polo Democrático, crece una corrosiva envidia ante el robado estrellato que prometían 8 años de cámaras y exposición por cuenta de una oposición férrea, a veces acertada, y otras, revanchista y oportunista. Así que de sabios es dudar ante la propuesta que en su momento lanzara el candidato de izquierda para "co-gobernar" con los verdes, si es que éstos últimos pasaban de la primera vuelta.
Las verdaderas intenciones del ex-comandante Aureliano, como se hacía llamar Petro en el desaparecido M-19, podrían ser las de torpedear desde adentro la misma revolución "mockusiana", que de darse, destrozaría en buena parte el viejo mito de que la izquierda y la lucha de clases son la única salida para lograr una sociedad más justa. Quizá, el ego de Petro nunca hubiera perdonado que un advenedizo le robara los laureles de lo que él consideraba por derecho obra suya. Diciente es la carta en la que la hija de Gaitán -una mujer que ha vivido a la sombra del nombre de su padre, que entre otros es un perfecto desconocido para las nuevas generaciones - , asegura que su voto por Mockus tiene una sola finalidad: allanarle el camino al futuro presidente de la izquierda en Colombia. Bien podría ser Jorge Robledo, que ha dicho que quiere, y quien lo tendrá relativamente fácil una vez quemadas las naves de Petro, que dicho sea de paso, se quedará sin el pan y sin el queso. Sin su codiciada silla en el congreso desde donde lo hacía de lujo y donde cumplió a la perfección su labor de acusador, y sin la Casa de Nariño, que al final, podría convertirse en una sucursal de la del Bolivar caraqueño.
La apuesta de Mockus es interesante mucho más cuando el ex-guerrillero arremete contra el ex-profesor, sin imaginar que cada vainazo - de esos efectistas y de mala leche que suelen utilizar los políticos de su ralea- generan más simpatías en la causa contraria. Desafortunadas por ejemplo, las declaraciones de Petro en las que asegura que Mockus es el "continuismo pero más decente". El candidato de izquierda hubiera podido ser un poco más perspicaz como para pensar que justamente así lo vemos a él una gran mayoría de colombianos: como un continuismo de los paramilitares de izquierda "pero más decente".
Petro ha llegado a acariciar el truco de tratar de apropiarse del verde de Mockus. No solo asegura que fue el creador del actual partido de los girasoles, sino que dice abiertamente ser él el de las banderas ecologistas, con camiseta verde y todo. Pareciera que el ex-guerrillero está desesperado, y no sería de extrañar que en su loca carrera por el reconocimiento llegue a extremos insospechados. Al fin y al cabo, él, en ese arte es un maestro. Y es que puestos a pensar a estas alturas a más de uno le convendría hacer ver al PD como una víctima de una guerra política inmisericorde contra la izquierda. Sin tener en cuenta, que han sido otros los que han ido minando - en todo el sentido de la palabra- su imagen en el sentimiento colectivo colombiano.
A todas éstas, poco sinceras y muy amañadas fueron las palabras del candidato de izquierda sobre la supuesta campaña para la destrucción política de la izquierda. Por supuesto no dejó por fuera a Uribe, tampoco a Chávez, pero olvidó referirse a las acciones descabelladas de una guerrilla que él ha respaldado de corazón desde su militancia en el M-19. Y es que espejos de guerrilleros en el poder tenemos de sobra: Hugo Chávez - fundador de su propio grupo insurgente aún cuando pertenecía al Ejército de Venezuela-, los hermanos Castro, Ortega, Mujica, y hasta el mismo Evo, que pertenecia al sindicato cocalero, que al fin de cuentas venía siendo lo mismo pero "más decente", por ponerlo en palabras tan de moda.
La responsabilidad de los electores de Mockus es enorme y me pregunto si su cultura y compromiso estarán a la altura de semejante reto. Un reto que ha de comenzar por la humildad ante la victoria o el respeto del veredicto de las urnas en caso de serles adverso. Pero mucho me temo que en esa respatibilísima marea verde, hay unos cuantos que con o sin Mockus tratarán de desprestigiar el intento del girasol, para ponerlo a la par de lo más odiado por los ciudadanos: con los violentos que destrozan sin miramientos el mobiliario urbano, como si nada nos costara a los contribuyentes y como si de los contribuyentes no formaran parte ellos.
De ganar, los seguidores de Mockus tendrán la labor de respaldar a su presidente. De ayudarle en su difícil jornada. De respetarlo y no permitir que bajo ningún concepto se le insulte y se le maltrate como ha sucedido con el Presidente Uribe. Porque no nos digamos mentiras. Parte de la polarización que vive el país se debe al irrespeto en el lenguaje político y a la invitación abierta de la oposición mal intencionada, al saboteo nacional e internacional, restando legitimidad a las instituciones colombianas.
Los electores de Mockus, que espero sean millones, como para no dejar dudas, deberán convertirse en ciudadanos modelo de respeto de las normas cívicas y de las leyes del país. Porque el cambio, si tanto lo desean, no debe ser cosmético sino en la pura fibra. Una revolución no violenta como la que propone su candidato. Tendrán que tener paciencia y entender que las soluciones no son inmediatas y que el país adolesce, por encima de todo, del RESPETO a todo nivel.
Me pregunto a estas alturas si todos los girasoles estarán a la misma altura y si todos los girasoles girarán para el mismo lado.