BBC trajo esta semana el escalofriante relato de Meena, una niña paquistaní de 13 años que acusó a su familia de quererla convertir en una suicida. La confesión de Meena, aunque no ha sido confirmada, ha llevado a la policía de Pakistán a aceptar que lo peor del caso es que creen que ella dice la verdad.
Mi hermano solía decirme que el lugar de una mujer era en la casa o en la tumba. Nunca salí de mi casa.
El decía: “ Si sales de casa, te cortaré la cabeza y la pondré sobre tú pecho”. Mi hermano había ido a los colegios de la zona y había golpeado a alumnas y a profesoras.
El decía que cualquiera que quisiera estudiar era amigo de América.
Yo quería ser médico. Lo deseaba tanto que una vez me soñé sentada en un hospital, trabajando como doctora. Quería ayudar a los pobres que no podían pagar el valor de una consulta.
Los comandantes talibanes solían venir a nuestra casa. Teníamos un escondite debajo de la tierra, al lado de la casa y con electricidad. El concreto era muy fuerte. Los autos pasaban por encima sin que nadie se diera cuenta. En ese lugar, entrenaban a quienes serían bombas humanas. La mayoría eran niños de mi edad y más jóvenes. Eran usados para esas actividades porque eran demasiado jóvenes para saber algo más.
De camino al “paraíso”
Solía ver a esos niños subirse al auto para irse a la misión. Usaban compactos islámicos a todo volumen para motivarlos.
Yo pensaba, “Dios mío, más musulmanes van a ser sepultados”. Luego salía en las noticias y más musulmanes habían muerto.
Mi hermano solía preparar las bombas y mi cuñada también. Él me decía que me enseñaría. Le dije que no. No quería ni mirar lo que hacían. Mi padre y mi hermano me decían que yo debería convertirme en una atacante suicida. Me presionaban para hacerlo.
Me decían: “Si lo haces irás al paraíso mucho antes que nosotros”. Yo contestaba: “Por qué no me decís que yo me iré primero al infierno mucho antes que vosotros?”.
Todos los días me decían lo mismo. Todos los días. Yo era muy niña y cuando comenzaban a decírmelo les decía “¿Y qué de las personas que yo mataré? Todos ellos son musulmanes”.
Ellos me golpeaban cuando les contestaba. Me pegaban sin descanso. De mi vida hicieron un infierno. Nunca tuve un solo momento de felicidad. Lo hicieron todo para matarme.
Medicina para los atacantes
Ellos decían: “la bomba estará conectada a un botón, o algo parecido a un control remoto de televisión. Te daremos ese remoto, y te vas para el lugar. También te daremos un móvil, y cuando nosotros marquemos el número, y sea presionado el remoto, volarás junto con la bomba”.
Ellos me decían que usarían tanto explosivo que nadie sabría si el atacante había sido hombre o mujer. Me decían que tenía que hacerlo.
Había cierto tipo de medicina que ellos le daban a los suicidas para que se fueran sonrientes y en trance. Ellos decían que me darían esa medicina, y que iría corriendo hacia mi muerte, sonriendo. Tenía tanto miedo, que decidí preparar mi propio té y mi propia comida. Tenía miedo que mezclaran la medicina con mi comida.
La historia de su hermana.
Ellos ataron una bomba a mi hermana Nahida. Le pusieron unas piezas rectangulares en sus dos brazos y una banda negra iba alrededor de sus piernas. Luego conectaron todo. Ella le dijo a mi hermano que estaba muy pesado, que no podía caminar. Mi hermano le contestó que estaría más cómoda cuando se sentara en el auto. Le dieron la medicina. Pero ella llamaba llorando a mi madre. Mi madre estaba con ella y la abrazaba. Cuando mi hermana miró la bomba, temblaba.
Luego mi hermano y mi padre comenzaron a golpear a mi madre y le gritaban: “¿Por qué la distraes de su misión?”
Oí que mi hermana les decía: “¿Dónde está Meena? Quiero verla”. Pero no tuve coraje. Mi corazón no hubiera podido soportarlo.
Mi madre desmayó cuando subieron a mi hermana al auto. Mi hermano decía que el ataque de mi hermana era en Afganistán.
Siempre pienso en mi hermana. Era saludable y simpática. Más joven que yo, pero más sabia. Mi madre solía decirme que yo era una idiota y que ella era muy inteligente.
Con suerte.
Mi hermano tuvo que ver con el bombazo en el Bazar de Khyber (en Peshawar en octubre de 2009, en el que murieron más de 50 personas). De eso hablamos en casa.
Cuando alguien era enviado a alguna parte hablábamos del objetivo. Luego de cada explosión celebraban. Se ponían guirnaldas unos a otros , así como cuando vuelve la gente del Haj.
Cuando [la ex primera ministra de Pakistán] Benazir Bhutto murió mi hermano comenzó a llamar a todo el mundo. Comenzaron a disparar, y a decir “Benazir ha muerto, Benazir ha muerto”. Todos disparaban y celebraron hasta muy tarde.
Mi hermano visitó la casa de un amigo luego de muchos años y allí le dieron una cabra y una motocicleta que trajo a casa.
Normalmente recibían animales como regalos porque había muchos talibanes para alimentar. El me pedía cuidar de la cabra pero escapó por la puerta. Salí persiguiéndola. Nuestra casa estaba en una loma, y había un riachuelo hacia abajo. La cabra corrió al agua y yo la seguí. Un avión pasó haciendo un ruido increíble, todo vibraba. (Era el ataque de un helicóptero artillado).
Cuando miré a mi casa, lo único que veía era una humareda. Mi casa había quedado en ruinas. No tengo ni idea si mi familia está viva o muerta. Como el lugar estaba lleno de armas y explosivos pude oír las explosiones. Comencé a caminar y hacia la hora de las oraciones de la noche, pude llegar al pueblo más cercano. La gente decía que yo tenía un corazón fuerte. Que tenía que ser fuerte. Dios no me dejaría morir.
Si mi hermano me encontrara, lo envenenaría y me envenenaría yo también.
Los talibanes matan a los hijos de otros y convierten a las mujeres en viudas. Ellos también deben sufrir. Quiero que los talibanes, sean quemados vivos.
Fuente: BBC.com Esta traducción no pretende ser oficial, ni se persigue con ella ningún tipo de ganancia o reconocimiento. La historia es original de BBC.