sábado, 24 de octubre de 2009

JAPON: ¿Por qué los herbívoros no comen carne?


Cuando regresé a Japón en 2005, luego de diez años de ausencia noté que algo había cambiado. No sabía cómo explicarlo, pero de repente, ese “click” tan característico de la polvera de mi abuela, dejó de ser parte del pasado, para entrar en pleno siglo XXI en la húmeda e incómoda atmósfera de un tren de cercanías.. Ante mí, una tribu de hombres y mujeres japoneses, extraños, clonados de una película animada, sacaban sin vergüenza el espejo para acomodarse los mechones o arreglarse las cejas.

Unos meses después y a fuerza de violar la regla de oro de no mirar fijamente a los demás, descubrí que la fisonomía de los muchachos adolescentes poco a poca iba cambiando. De repente las caras se hicieron más “bonitas” y fue en un bar donde descubrí que esas cejas perfectas venían de una depilación a conciencia, y que ese rojo provocativo y natural de los labios, respondía al color 4 del pintalabios de Kanebo, en manos, hay que aclararlo, de un joven que no tendría más de 19 años.

Afortunadamente, Maki Fukasawa, una reconocida escritora de fenómenos culturales modernos en Japón, vino en mi auxilio. De otra forma no sabría que estos andróginos que se cruzan por mi camino pertenecen a un nuevo híbrido cultural conocido como “herbívoros”, reconocible por características muy concretas: No consumen carne femenina, la aprecian, la disfrutan, pero no le dan el mordisco. Prefieren los juguetes sexuales. Sienten poco o ningún interés en el matrimonio y les parece terriblemente incómodo el ritual del noviazgo y el sexo, de hecho, son capaces de pasar la noche en una cama con la mujer de sus sueños sin ponerle una mano encima. No orinan de pie. Invierten en cosméticos y en ropa como lo haría una mujer. Están en contra de la implacable, complicada y machista imagen de los samurais corporativos, a quienes consideran un dinosaurio carnívoro. No tienen como único objetivo ganar mucho dinero y son cuidadosos con él. Y por último, no creen que sus vulnerabilidades sean sinónimo de debilidad.

Estos herbívoros, que les quitan el sueño a muchos de sus padres y a los conservadores, no son otra cosa que la manifestación de un cambio profundo en la sociedad japonesa. Atrás quedó el orgullo japonés de pertenecer a los países más desarrollados del mundo. Para muchos en la nueva generación, Japón no merece estar en esa lista, y más bien debería preocuparse por sacar adelante a su propio país antes que regalarle dinero a los demás por cuenta de una riqueza mal definida. Cerca de un tercio de la fuerza laboral japonesa trabaja a medio tiempo y no existe confianza en el futuro. Así que ante semejante perspectiva, comentan los expertos, los muchachos han volcado su energía en esta especie de rebeldía que por lo menos les brinda placer a corto plazo.

Los herbívoros no se inmutan ante las acusaciones de que ellos están contribuyendo a declarar en vías de extinción al macho japonés, y en cambio recuerdan que la cultura japonesa tiene un fuerte elemento de androginismo. En una interesante entrevista al Japan Times, Masahiro Morioka, Profesor de Filosofía de la Universidad de Osaka, recordaba que en Japón existe la tradición de que algunos hombres actúen como mujeres en lugares públicos y cómo en el Período de Edo, algunos niños eran vestidos como niñas, y educados como ellas. Traía a colación cómo, en muchas ocasiones, en el shunga (las ilustraciones pornográficas de esa misma época), los hombres eran dibujados con características femeninas, en preciosos kimonos, pero sin modificar sus genitales.
Actualmente, los herbívoros no tienen porqué justificar su movimiento. Para muchos de ellos, el Kabuki -donde los hombres actuan como mujeres-, y el Takarazuka -donde las mujeres asumen el papel de los hombres- son ejemplos perfectos de que ese difuso límite siempre ha existido y ha sido aceptado culturalmente.

Las adolescentes se sorprenden al ver que la maestría con el manejo de los pinceles sobre la cara ya no es un asunto propio, y aunque algunas dicen que no les llaman la atención los herbívoros, otras dicen que son la compañía soñada. “No van por sexo, son considerados, son inteligentes, me entienden cuando me enfado porque las pestañas postizas se me caen, me acompañan a comprar ropa, no salpican el baño cuando orinan… para mí son el hombre perfecto”, me comentaba Keiko, de 21. Y no terminó hasta asegurarme que su ideal es tener un amo de casa y no ser ella quien tenga que encargarse del trabajo y los oficios.

En la revista, Economy Watch, el profesor Shugo Kawasaki, remata con los resultados de las siguientes encuestas:
-Según Dentsu, una de las agencias de publicidad más importantes, un 60 % de los hombres entre 21 y 22 años, y por lo menos un 42% entre los 23 y los 24 se consideran herbívoros.
- Partner Agent, una agencia matrimonial, encontró que un grupo de hombres de 30 años, el 60% se considera herbívoro.
- Lifenet, una compañía de seguros de vida, establece que un 75% de los hombres encuestados entre los 20 y los 30 años, dicen ser herbívoros.

Mientras la venta de cosméticos aumenta por cuenta de esta nueva onda, y la venta de condones va en picada, el índice de asesinatos cometidos por hombres en sus 20 años en Japón disminuye y es el más bajo del mundo. La explicación, según los sociólogos, está en que detrás de estos cambios van diluyéndose los valores sociales que llevan al hombre a cometer actos violentos.