Terminó por fin la hegemonía del Partido Liberal Democrático de Japón (LDP), luego de 54 años en el poder -salvo una breve interrupción de 1993 a 1994.
Del Partido Democrático de Japón, ha salido el controvertido Yukio Hatoyama, de 62 años, conocido en la esfera política tanto de su propio partido, como de la oposición como E.T. Aunque muchos comparan la llegada de Hatoyama al poder como un terremoto en la política japonesa, y suponen erróneamente que se trata de un fenómeno similar al de Barack Obama, lo cierto es que la masiva votación a favor de su partido era perfectamente predecible en la aburridísima escena política japonesa.
La familia de Hatoyama no tiene nada que envidiarle a los Kennedy de los Estados Unidos. De hecho, Hatoyama es la cuarta generación de políticos. El nuevo primer ministro japonés es nieto del ex Primer Ministro Ichiro Hatoyama, fundador del partido Democrático. Mucho antes, su bisabuelo y su bisabuela habían tenido una notable influencia no solo en la política sino en la educación a través de la creación Universidad Femenina Kyoritsu.
La política japonesa había venido cambiando poco a poco. El electorado japonés se había cansado de ver las mismas caras y de estar bajo la rienda de las mismas políticas, que a pesar de ser críticadas actualmente dentro de la debacle económica mundial, habían sido exitosas en muchos otros aspectos. De hecho, fue bajo la dirección del LDP que Japón se convirtió en una potencia económica mundial.
Dentro del LDP han coincidido todo tipo de facciones: reformistas, antireformistas, ultra nacionalistas, revisionistas. Sin embargo, al final todo era parte del juego para mantenerse en el poder, siempre dentro del juego democrático. 50 años de democracia unipartidista. Una democracia controlada por un parlamento que guardaba de cierta forma un balance entre el partido de gobierno y la oposición.
Pero un término, nunca escuchado en Japón, ha salido a relucir a medida que Hatoyama ponía las rosas en el gran tablero de los escaños. [Rosas que periodistas cursis han comparado con las rosa del PSOE de Zapatero, ignorando que en Japón, en cualquier tipo de ceremonia las rosas de tela se utilizan como símbolo de distinción o premio. Hatoyama, las usaba naturales, sin duda estupendo para los exportadores colombianos, que muy seguramente eran los cultivadores de las preciosas flores del tablero. Una rosa, por simple que sea puede costar aproximadamente US$10 dólares]. Rápidamente, y previendo una victoria aplastante del DPJ, muchos observadores no tardaron en señalar que el nuevo gobierno sería una "dictadura unipartidista". Lo curioso es que las palabrejas llegaron de los amigos del partido perdedor. Del mismo partido que había permanecido 54 años en el poder.
Pero una cosa es ganarse la mayor cantidad de sillas en el parlamento y otra es gobernar un país que atraviesa por una fuerte recesión económica, y que debe implementar -quiera o no- reformas estructurales que no serán fáciles de digerir para los japoneses. Sin embargo, poco se ha dicho y la palabra mágica del DPJ no ha sido otra que "dinero, dinero, dinero", traducida en subsidios, gasto social, beneficios monetarios para quienes tengan hijos, incremento en las pensiones, reducción en impuestos para las pequeñas empresas, y otras propuestas. Sin embargo, muchos se preguntan, de dónde sacará tanto dinero el gobierno para planes tan ambiciosos. Promesas vacías, no muy diferentes a las promesas hechas por pasadas administraciones.
Dentro de "lo nuevo", el DPJ ha prometido instalar un Bureau de Estrategia Nacional que será el encargado de mapear las reformas necesarias en seguridad nacional y relaciones internacionales. El Consejo de Reforma Administrativa - que informará directamente a la oficina del Primer Ministro- tendrá como misión revisar el gasto innecesario y las irregularidades financieras del gobierno central.
En este ajedrez no hay que olvidar a Ichiro Ozawa, un curtido político que sufrió un duro revés a raiz de un escándalo financiero, pero que ha sido el verdadero artífice de la victoria de Hatoyama. Para algunos es Ozawa el que debería ocupar el cargo de Primer Ministro, para otros Ozawa es "manipulador", "impredecible", "un conspirador", "un dictador". Así que la preocupación es que el poder detrás del trono sea Ozawa y que Hatoyama no pueda controlar lo que suceda en su propio partido.
Lo cierto es que independientemente de cómo sea el gobierno del DPJ, el público japonés ha dejado de ser tan apático a la política y se ha vuelto impaciente. Quiere cambios ya, y ahí está el problema. El DPJ ha hecho muchas promesas, que probablemente no podrá cumplir tan rápido como sus votantes quieren -un fenómeno similar al que enfrenta Obama en Estados Unidos-.
Saludos,