La imagen de Neda Soltan, el “Ángel de la Libertad”, la estudiante asesinada por las fuerzas de seguridad iraní durante las protestas de la semana pasada, permanece estática en las pancartas de cientos de manifestantes en las calles de Teherán.
Luego de que observadores independientes de las elecciones anunciaran que en 50 ciudades había tres millones de votos más que excedían el número real de votantes inscritos, el Consejo Guardián de Irán, aseguró que no anulará las elecciones por cuanto no hay suficientes pruebas de fraude electoral. La versión oficial dice que las protestas van cediendo. Las imágenes que llegan por medios no convencionales dicen lo contrario, pero advierten que el silencio comienza a imponerse debido al temor a la crueldad de los agentes del estado iraní, y al silencio que guardan últimamente el líder de la oposición Mir Hussein Musavi, y el expresidente Hasemi Rarfsanhani.
Los conocedores de Irán dicen que la situación actual es muy parecida a la de inicios de la primavera de hace 30 años. Multitudes disciplinadas, de todas las condiciones han atiborrado las calles. Igual que en aquel entonces, la violencia del régimen contra las protestas pacíficas desencadenó masivas ceremonias por los muertos, que a la vez se convertían en manifestaciones políticas. La diferencia entre las protestas revolucionarias del 79 y las actuales es que el gobierno iraní tiene una mayor capacidad de represión gracias a su concubinato con la Guardia Revolucionaria de Irán, que en últimas, controla al país.
Pero el futuro de Irán se decide tras bambalinas mientras las protestas se apaciguan. El ex presidente Rafsanjani, ahora aliado de Khatami y Mousavi, ha logrado que algunos clérigos se declaren en contra del radicalismo de Ahmadinejad, y se manifiesten en contra no solo del fraude electoral sino de cualquier intento de arresto en contra Mousavi. El coctel es literalmente explosivo. Algunos mulás protestan en las calles en abierto desafío a la autoridad de su líder supremo, el Ayatollah Ali Khamenei, quien ha dejado claro que no dará su brazo a torcer y que las protestas son ilegales, casi terroristas.
La situación ha ido más allá. En su página web el Gran Ayatolá Hussein Montazeri , recién liberado de su arresto de cinco años por criticar al Ayatolá Khamenei, ha dicho que el esfuerzo del gobierno por silenciar a los cientos de miles de manifestantes amenaza la legitimidad de la República Islámica porque quienes están en el poder ya no representan al común de los iraníes.
Entre tanto, el gobierno de Ahmadinejad ha iniciado una silenciosa campaña de arrestos y maltrato a líderes de la oposición, manifestantes y a quienes se han declarado a favor de ellos. Los despidos han llegado hasta el Ministerio de Petróleos y a la selección nacional de fútbol. Fuentes independientes hablan de cientos de manifestantes detenidos, por lo menos 17 muertos, y un número indeterminado de heridos.
El Ayatolá Khamenei y Ahmadinejad saben que el reloj va en contra y que las calles deben estar pacíficas para el 26 de julio, día de la posesión del re electo presidente. La idea es desvirtuar ante el mundo y otros países árabes la legitimidad del movimiento en contra de sus gobernantes, argumentando que han sido las potencias occidentales y los medios de prensa quienes han instigado a los iraníes a marchar. Los periodistas internacionales que aún permanecen en Teherán no pueden salir de sus oficinas, las conexiones a Internet en muchos casos han sido intervenidas, y solo quedan los informes que llegan al exterior a través de celulares y de reporteros anónimos.
A pesar de las imágenes de lo que ocurre en Irán, la reacción internacional ha sido tibia, e incluso da la sensación de abandono a los jóvenes iraníes. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, no se pronunció sino hasta que la presión política interna lo obligó a condenar los ataques de Teherán sobre los manifestantes, y luego de que el gobierno iraní acusara abiertamente a CNN y a la BBC de Londres como instigadores de la rebelión política. En cambio, Teherán, que ha señalado al Secretario General de Naciones Unidas y al Primer Ministro británico como enemigos de su país por declararse en contra de la represión, ve con agrado el silencio de China, uno de sus mayores compradores de petróleo. Rusia ha aceptado los resultados. No es para menos. Los lazos económicos y políticos entre los dos países se traducen en billones de dólares que incluyen la construcción de una central nuclear en Busherh. Otra historia cuentan en el Medio Oriente donde piensan que Teherán puede abrir una caja de Pandora contra otros gobiernos de la región.
Lo cierto es que no se prevé que haya un cambio de gobierno en Irán. Se espera que Ahmadinejad se posesione debilitado pero no por eso menos radical y reaccionará duramente ante cualquier síntoma de desobediencia civil. Como consecuencia tendrá que tomar medidas populistas y humanitarias para acallar las críticas de los defensores de derechos humanos. Por lo pronto, el gobierno iraní ha dejado saber que las quejas contra las elecciones se ampliarán hasta el próximo lunes –aunque no esté dispuesto anular el proceso electoral-, ha prometido doblar el salario a los médicos, y eliminar la sentencia a muerte por apedreamiento.
Entre tanto, el plan de diálogo Estados Unidos –Irán queda en el congelador. Aunque Washington reconozca con dudas al reelecto Ahmadinejad, tendrá que justificar su acercamiento a un gobierno que para muchos tiene las manos manchadas de sangre.
P.D: Sigo insistiendo en que por la plata baila el perro, y no nos digamos mentiras, Irán tiene mucho, pero mucho petróleo.