La normalidad en las calles de Tokio y Seúl no corresponde a la gravedad de la crisis diplomática y militar que se vive en Asia luego de las pruebas nucleares realizadas por Corea del Norte esta semana y de la reactivación de su central nuclear de Yongbyong, a 60 kilómetros de la capital – Pyongyang –, destinada para el procesamiento de plutonio.
Ha trascendido que países claves del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas – Estados Unidos, Inglaterra, Francia, China, y Rusia – junto con Japón y Corea del Sur, que no son miembros del Consejo, habrían acordado ya un texto preeliminar que será dado a conocer en los próximos días, previo a la reunión final que endurecería las sanciones contra Pyongyang. El Consejo no impondría nuevas sanciones pero sí buscaría el endurecimiento de los términos de la ignorada resolución 1718 firmada en 2006, en la que expresamente se prohiben a Corea del Norte las pruebas nucleares.
Las posibles acciones contra Pyongyag incluyen importantes restricciones en las relaciones bancarias y financieras norocoreanas con el extranjero, en vuelos desde y hacia Corea del Norte, congelación de activos y prohibición de viajes para funcionarios norcoreanos. También se discute la posibilidad de inspeccionar los barcos que entren y salgan de Corea del Norte por cuanto se sospecha que a través de ellos se mueve gran parte de los 1.5 mil millones de dólares que genera el tráfico de armas desde territorio norcoreano. Según el gobierno estadounidense, se ha comprobado que Irán, Pakistán, Siria, Yemen, Libia y Egipto han usado materiales norcoreanos para desarrollar sus propios misiles.
Pyongyang ha reaccionado violentamente y ha prometido que de ejecutar las sanciones no dudará en atacar a Corea del Sur y ha declarado fin a la tregua firmada con Seúl en 1953 al terminar la Guerra de Corea. Las alocuciones oficiales por la televisión estatal norcoreana aseguran que incluso “un pequeño accidente podría desencadenar una guerra nuclear”.
Las agresivas declaraciones no han sido tomadas a la ligera. En Japón, la base aérea estadounidense de Okinawa, se prepara para recibir por los menos 12 aviones de guerra Raptor. Seúl ha anunciado su ingreso a la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación, mientras los diarios en Corea del Sur, señalan que el ejército surocoreano ha estado afinando posiciones de artillería y misiles cerca de una zona maritima en disputa al oeste de la peninsula. Los diarios en Moscú admiten que Rusia está tomando medidas preventivas ante la posibilidad de que la crisis degenere en una guerra nuclear.
Para los analistas internacionales del Instituto de Investigaciones Económicas Samasung en Seúl, la solución al problema está en manos de China, que no solo es el principal socio comercial de Corea del Norte, sino que además provee a Pyongyang del 90 por ciento del petróleo que consume, del 80 por ciento de los bienes de consumo y del 45 por ciento de su comida. Sin embargo, la opción es improbable por cuanto Beijing teme que el colapso total de Corea del Norte fomente una crisis de refugiados sin precedentes en la frontera que comparten de un poco más de 1800 kilómetros. Por esta razón, se espera que aunque China firme una declaración codenatoria contra Corea del Norte, no respaldará acciones severas que puedan afectar sus propios intereses.
Para los expertos de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, en Washington, la actual crisis asiática está provocada no solo por el deseo de Corea del Norte de ser reconocida como potencia nuclear, sino por la necesidad que tendría el líder norcoreano Kim Jong Il de asegurar la sucesión de su gobierno en manos de su hijo, que deberá ser apoyado irrestrictamente por los militares; y advierten que el aislamiento o el colapso de Corea del Norte, podría convertirla en vendedora de su capacidad nuclear a grupos terroristas.
Los últimos acontecimientos podrían traer como consecuencia, importantes y agrios debates sobre la necesidad de otros países de desarrollar sus propias armas nucleares. Corea del Sur desistió del su programa en la década de los 70, pero recientemente admitió que a principios de 2000 realizó experimentos atómicos. Japón se ha reafirmado en que no producirá, no poseerá y no permitirá la entrada de armas nucleares a su territorio. Sin embargo, no son pocos los que piensan que tanto Seúl como Tokio deberían replantear su politica de defensa ante el notable deterioro económico y politico de su protector, Estados Unidos.
La decision que tome el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la próxima semana y la reacción de Corea del Norte ante la misma podrían marcar decisivamente el destino de Asia y de una buena parte de la economía mundial. Aunque muchos esperan que Pyongyang regrese a la mesa de negociaciones con un guiño de Washington, otros temen que el impredecible Kim Jong Il termine cumpliendo sus amenazas y ataque a Corea del Sur o a Japón para desencadenar un conflicto de incalculables proporciones.