Las cámaras se dirigen este lunes al Asia Central para seguir al presidente de Irán Mahmud Ahmadinejad a Astana, Kazajistán. La visita inicia una serie de interesantes jugadas económicas y diplomáticas que se jugarán en Eurasia. Cabe recordar que en términos geopolíticos, Eurasia define a los países que pertenecían a la extinta Unión Soviética, las repúblicas del Asia Central y del Cáucaso.
En esta ocasión son los históricos desiertos, el de la arena roja o Qyzylqum y el de la arena negra o Karakum, los que serán testigos de la entrada triunfal, si es que los planes se desarrollan sin tropiezo, de Estados Unidos en las estepas del Asia Central. Las posibilidades son las mejores si se tiene en cuenta que Kazajistán ejercerá desde el próximo año, la presidencia de la Organización de Seguridad y Cooperación Económica en Europa, conocida por sus siglas en inglés como OSCE. Serán los kazajos los portadores de la bandera occidental en Eurasia, en las narices de Rusia.
Obama, con una guerra en Afganistán pendiente, sabe que con la ayuda de Kazajistán se decidirá también el futuro nuclear de Irán, y ha comenzado a dar tímidas puntadas para ser el primer presidente estadounidense que visite el país centroasiático.
El panorama marca decisiones de fondo que incluirían, según el Wall Street Journal citando a la administración Obama, la instalación de un banco internacional de uranio en Kazajistán, que por carambola permitiría una salida a la eterna pelea entre Estados Unidos e Irán por la insistencia de Teherán de seguir adelante con su programa nuclear.
Washington pareciera haberse dado cuenta de que Irán seguirá adelante independientemente del número de resoluciones que emitan las Naciones Unidas y de que a estas alturas una confrontación armada sería imposible, no solo por la frágil economía de Estados Unidos, sino por la segura y catastrófica desestabilización del Medio Oriente. El Irán actual ha instalado más de 5500 centrifugadoras y se asegurado de por lo menos 1000 kilogramos de uranio enriquecido.
The Wall Street Journal informaba el viernes que los “diplomáticos discuten si eventualmente Estados Unidos aceptaría la insistencia de Irán para continuar con su proceso [de enriquecimiento de uranio], que puede producir combustible y armas nucleares”. Según el diario, el mensaje que parecería salir de los recientes discursos del presidente Obama cuando se refiere a Irán es el de “continúen pero no desarrollen armas nucleares." La idea es que Irán permita completamente el acceso a los inspectores de Naciones Unidas para que verifiquen que si bien Irán continua su programa nuclear, no desarrolla armamento atómico.
Parte estratégica de este ajedrez diplomático serán las charlas entre Ahmadinejad y el Presidente de Kazajistán, Nurusultan Nazarbayev, en Astana donde se hará pública la oferta de establecer un banco de combustible nuclear mundial como componente principal del plan estadounidense de mantener el enriquecimiento de uranio internacional bajo control. Contrario a lo que podría creerse, la idea no ha sido del Presidente Obama sino del presidente kazajo, que para muchos, de no haberse extinguido la Unión Soviética, hubiera llegado a ser su primer ministro. Para Nurusultan Nazarbayev, el asunto es simple. Para 2015 su país se convertirá según la Organización Wise-Uranium, en el principal productor de uranio del mundo.
Ahmadinejad ha manifestado públicamente que la idea de Nazarbayev es buena, y ha advertido que es necesario terminar con la errónea creencia mundial de que la energía nuclear es equivalente a una bomba nuclear. Sin embargo, ha dejado sobre el tapete la propuesta de desarmar a todas las potencias para tranquilidad iraní. Un comentario, que estaría dirigido concretamente a Israel.
Dentro de este rompecabezas geopolítico Japón jugará también un papel importante. Según France Press, en la Casa Blanca se han realizado intensas consultas entre la administración Obama – incluyendo el Consejo de Seguridad Nacional –, y Tatsuo Tarima, enviado especial de Japón al Medio Oriente, Toshiro Suzuki, jefe del departamento del Medio Oriente y África en la cancillería japonesa, y Akio Shirota, embajador de Japón en Irán. La razón: la innegable experiencia del gobierno japonés en negociaciones con Irán, y en general , con el Medio Oriente.
Para los japoneses el asunto no es de poca monta. De acuerdo a los archivos de Nuclear Communications Network, en 2008 Tokio y Astana firmaron una serie de acuerdos de cooperación en los que Japón se comprometió a proveer a Kazajistán de asistencia en tecnología para el procesamiento de combustible nuclear y la construcción de reactores de agua ligera. Japón es un ejemplo exitoso como país poseedor de plantas avanzadas de reprocesamiento de combustible nuclear a pesar de que su constitución le prohíbe el desarrollo de armas atómicas. Con este panorama en mente es apenas natural considerar que Japón es garantía de éxito en la propuesta del banco mundial de uranio.
Si la mirada de los analistas en energía nuclear está puesta en Kazajistán, así mismo lo están las miradas de China, enconada rival de Japón en Asia Central y el Medio Oriente, y la de Rusia que no está muy contenta con las consecuencias geopolíticas que podría traer la expansión de la influencia estadounidense en un territorio que Moscú considera de su esfera. Los rusos ya le habían propuesto a los kazajos una alianza para desarrollar un centro internacional de reprocesamiento nuclear en Siberia, así que un sabor agridulce les debe generar el coqueteo americo-japonés con Astana.
El tablero está puesto para que Barack Obama se decida y realice una jugada maestra que sin duda le daría un vuelo sin precedentes a su inexperimentada administración y que de paso lo pondría en los anales de la historia, no por ser un presidente negro, sino por haber conversado directamente con Ahmadinejad –considerado por Bush como parte del eje del mal – y haber solucionado una de las disputas geopolíticas más importantes de estos tiempos. La brillante idea, eso sí, habrá que reconocérsela al Presidente de Kazajistán.
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