sábado, 18 de abril de 2009

INGRID II

KEITH
(Pg.178, 179)
… No soy un genio, y no creo tener habilidad alguna para imaginarme cómo es la gente, pero lo pude saber casi tan pronto como llegamos al Campo Caribe. [Como llamaban Tom, Keith y Marc al campamento de las FARC donde estaban los secuestrados de valía].
Debo reconocerle a Ingrid su entereza cuando vino en la mañana de nuestro tercer día para decirme que le había pedido a las FARC que nos sacara de su sección. Yo estaba muy molesto, y así se lo dije, pero lo estaba mucho más luego de haber sabido de uno de los guardias más confiables que Ingrid le había enviado notas a Sombra diciéndole que éramos agentes de la CIA y que nos quería fuera por esa razón. Junto con Lucho, envió otra nota acusándonos de tener microchips en nuestra sangre y advirtiéndole a las FARC que debería ser cuidadosa con nosotros porque podríamos ser rastreados.
No podía imaginar que otros secuestrados nos pusieran en semejante peligro. Ambos eran senadores y secuestrados de alto valor para las FARC. Mucho más que eso, eran educados y pudieron haber convencido a las FARC. Pudimos haber sido ejecutados solo porque Ingrid necesitaba más espacio en su territorio.
…Más tarde, ese día, decidimos reunirnos con los políticos para discutir las nuevas reglas.
Lo que siguió fue un momento en el que todos se fueron contra nosotros. Nunca imaginé que nuestro olor o si utilizábamos o no interiores fuera tema de discusión. Yo estaba medio escuchando, cuando de repente Lucho comenzó a gritar sin provocación alguna. “¡No hay putas aquí! ¡No hay putas aquí!” Yo había escuchado antes la palabra putas pero no entendía por qué hablaba de prostitutas. Tom trataba de traducir, pero Lucho gritaba tanto, que nosotros no podíamos oír a Tom.
...Giré la cabeza hacia Ingrid para preguntarle qué sucedía y me dijo, “Me está defendiendo”. Tampoco entendí por qué la estaba defendiendo, y la única respuesta que tenía sentido era que el estaba pensando en que nosotros no teníamos nada más en la cabeza que follarnos a estas políticas.
Ya había visto suficiente de Lucho dando vueltas como marcando su territorio para darme cuenta que el realmente quería proteger a Ingrid. El hombre se sentía tan inseguro, que cuando llegamos como extraños, tuvo la necesidad de defender su territorio… Nos percibía como una amenaza. Lo que no podía entender era por qué pensaba que nosotros podríamos pensar que un trío de mujeres en una cárcel era una invitación abierta para el sexo. Peor aún, estaba recibiendo una cátedra de moral de un hombre casado y a quien los tres habíamos visto abiertamente cariñoso con Ingrid.
(Pag.180)
…Sombra nos había advertido sobre Ingrid. Nos dijo claramente que no deberíamos confiar en ella, que era una culebra. Tan pronto como recordé las palabras de Sombra, todo comenzó a encajar. .. Me imaginé que si Sombra a través del guardia nos había plantado el gusanito de que íbamos a algún lugar donde había mujeres con las que podríamos tener sexo, también hubiera podido hacer lo mismo con los colombianos. Sombra trató de jugar por ambos lados con el ánimo de dividirnos.
(Pag.183)
…Había claramente un orden, con Lucho e Ingrid en la cúspide, Gloria y Jorge en el siguiente escalón, pero los otros tres – Clara, Consuelo y Orlando, del que desconfié desde el primer momento – no cabían en ese esquema.
(Pag.184)
Con el tiempo me dí cuenta de que Orlando estaba “soltero”. No como Lucho e Ingrid, Jorge y Gloria que permanecían la mayor parte del tiempo juntos. Era clarísimo que a parte de ser su enfermera, los sentimientos de uno hacia el otro eran más profundos. Entendía lo que Tom trataba de explicarnos sobre los valores culturales de unos y otros, pero cuando uno ve que dos personas se besan, se abrazan, se duchan juntas y actúan como pareja, se pueden sacar conclusiones.
Nunca vimos a Clara o a Consuelo en esos tipos de comportamiento con otros hombres, y tampoco las vimos durmiendo al lado o en la misma cama, de la forma como lo hacían Lucho e Ingrid y Gloria y Jorge.
(Pag.186)
…Continuamos peleando con Ingrid por el espacio y fuimos testigos de su increíble sentido de los privilegios. Un día las FARC nos hizo llegar colchonetas, pero ella se enfadó porque el que le había sido asignado era azul bebé y ese color mostraría el moho muy pronto. Nos quedamos aterrados. Habíamos estado durmiendo en a suelo limpio, en cartones, en hojas de palma por casi un año y presenciábamos el acto de la “Princesa y la arveja”.
Mas tarde Tom estaba fuera del cambuche buscando un lugar para colgar su hamaca. Encontró un lugar en una esquina, y allí la amarró. Luego llegaron Ingrid y Lucho a sentarse en su banco, en la parte del patio que ellos consideraban suyo. Tom les estaba invadiendo “su espacio”. Los dos comenzaron a susurrar y a mirar a Tom, y en vez de ir y conversar con él directamente, entraron de nuevo al cambuche, sacaron unas sábanas de su cama que colgaron en la cuerda de ropas para que golpearan la cara de Tom.
Al ver aquello, nos acercamos a Ingrid y a Lucho y les explicamos que no había por qué pedir permiso para poner las hamacas en cualquier parte – especialmente de dos personas que decían ser dueños de más de la mitad del área descubierta. Nosotros no estábamos gritando y tratábamos de ser razonables, pero Ingrid y Lucho crearon tal algarabía que Rogelio, uno de los guardias de las FARC que no podíamos soportar, vino e intervino. Los calmó, básicamente se puso de nuestra parte y literalmente le dijo a Ingrid que aprendiera a respetar a los demás.
Me gustaría decir que Ingrid y Lucho aprendieron a respetar a los demás, pero eso no sucedió. Era su naturaleza. Eran políticos y habían dicho las mismas frases durante tanto tiempo que ellos mismos comenzaron a creerse todo lo que ellos decían sobre sí.
Parecían estar de campaña y el resto éramos los votantes. Nos decían lo que ellos pensaban que queríamos oír y no tenían ningún reparo en mentir. En una primera reunión, cuando se suponía que trataríamos de mejorar nuestra forma de vida, Ingrid negó categóricamente que en algún momento nos quisiera fuera del campamento, aunque nosotros mismos la habíamos escuchado. En cada conversación Lucho mostraba estar convencido de que Ingrid sería presidente de Colombia cuando fuera liberada.

Apartes de Out of Captivity. Marc Gonsalves, Keith Stansell, y Tom Howes.
*La traducción de los apartes de las páginas referidas no constituye ningún intento de plagio, ni de una traducción oficial del libro en mención. Se trata de párrafos escogidos que dan una visión general de algunos temas interesantes y que se han debatido en los medios de comunicación. La traducción es libre y no existe de por medio ningún interés económico o de violación de los derechos de autor.