martes, 3 de febrero de 2009

Lula: Obama, Você fala português?


Lula y Obama trabajarán de la mano en temas políticos y de biocombustibles, muy de acuerdo con las promesas electorales del nuevo presidente de Estados Unidos, que necesita independizar urgentemente a su país de la dictadura del petróleo y reactivar la economía estadounidense. Lula y Obama se encontrarán en marzo en Washington y Obama visitaría Brasil entre julio y septiembre.

La cercanía entre Obama y Lula no es casual. Solo basta recordar que una parte importante de la victória demócrata en las elecciones vino de parte de los sindicatos, y nadie más indicado para guiar al inexperto presidente estadounidense en los vericuetos pasionales y políticos de América Latina, que un ex sindicalista, de izquierda, aceptado por todos los gobiernos de la zona como interlocutor. Un lugar que sin duda hubiera deseado Hugo Chávez.

Brasil, independientemente de sus aspiraciones a pertencer al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ha logrado estabilizarse luego décadas de inestabilidad política en gran parte gracias a la izquierda moderada y moderna de Lula Da Silva. La economía brasileña, entre las diez más importantes del mundo, está basada en petróleo, minería, agricultura y, como no, biocombustibles. Brasil tiene un envidiable Producto Interno Bruto de US$1.58 billones de dólares.

Nada es producto de la suerte. El tan temido radical de izquierda Lula da Silva, resultó ser un excelente administrador que continuó y no destrozó como se esperaba las bases económicas que había sentado su predecesor, que pretendía controlar la inflación e implantar políticas destinadas a aumentar la inversión privada. Brasil no es perfecto, todavía debe luchar contra la corrupción - 3.5, el lugar 80 del Indice Internacional de Percepción de la Corrupción, aún por debajo de México, Colombia y Perú-, evasión fiscal, bajísimos niveles de ahorro , bajos resultados en la educación pública, y quien lo creyera, la insuficiente fuerza laboral capacitada.

Es indudable que lo que ha terminado de catapultar a Brasil hacia las grandes ligas, ha sido el descubrimiento del mayor yacimiento de petróleo y gas bajo su lecho continental en el Atlántico Sur. La industria petrolera asegura que las reservas brasileñas se triplicaron a 40 mil millones de barriles, menos de lo que tiene Irán, Irak, Rusia, Arabia Saudita y Estados Unidos, pero suficiente para compararse con Nigeria y Venezuela, que no son de poca monta. Los nuevos pozos, aunque no podrán desarrollarse sino dentro de varios años significan, nada más ni menos, que un gigantesco paso hacia la seguridad energética y el definitivo disparo económico brasileño.

No menos importante es el liderazgo de Brasil en minería, gracias a Vale, una empresa privatizada en 1995 que se ha expandido mundialmente y ha comprado empresas de níquel y cobre en Canadá, minas en Perú y África, y se ha unido a enormes proyectos siderúrgicos con China y Corea del Sur.

No se queda atrás la agricultura. Brasil tiene más del 80% de su territorio en la zona intertropical, que no es otra cosa que energía solar en abundancia, agua fresca, buenos suelos y un clima envidiable. Factores suficientes para producir durante todo el año, alimentar a 190 millones de personas, y además, exportar. Así que hablar del reinado del café es historia. Brasil poco a poco se ha convertido en líder de producción de soya, maiz, caña de azucar, proteina animal, algodón, frutas tropicales, celulosa y madera. El sector agropecuario generó en 2007 más de la mitad del superávit comercial brasileño que es aproximadamente de US$40 mil millones de dólares.

A parte del éxito económico, la credibilidad política de Lula en Latinoamérica y su habilidad para mantenerse neutral y con cabeza fría ante los continuos dimes y diretes entre los mandatarios de la región, lo han convertido en un vocero válido de esta parte del continente ante organismos internacionales, y en actor indiscutible de procesos tan difíciles como el de la entrega de los secuestrados por las FARC, y clave futura para otro tipo de negociaciones multilaterales.

El gobierno de Lula terminará en 2011 y luego de dos periodos continua con una popularidad incuestionable. Un 60% que le permitiría reelegirse sin mayor esfuerzo, aunque el brasileño haya insistido en que no busca un tercer mandato. Todo parece indicar que la parálisis y la polarización del pasado han quedado en la historia y los dos archirrivales, el Partido de los Trabajadores y el Partido Social Demócrata brasileño, parecieran estar en consonancia para continuar con las políticas económicas actuales y lograr el sueño de no solo pertenecer al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, sino de ponerse de tú a tú con Estados Unidos.

No es descabellado. En lo más alto de la agenda está el etanol. Los dos países bien pueden convertirse en aliados para explotar y desarrollar fuentes alternativas de energía que incluso los puedan a llevar a cooperar en temas sensibles como la deforestación amazónica. Un tema que poco a poco será un asunto de seguridad mundial.

Brasil se ha convertido en proveedor de conocimientos en ingeniería de alimentos y cooperación técnica. Los africanos, que ya cuentan con misiones brasileñas cuyo objetivo es ayudarles a mejorar suelos y cultivos, lo saben. En África tienen la imagen de Petrobas invirtiendo en la producción petrolera en Angola y Nigeria. Saben que Vale, la minera, está construyendo un ferrocarril que transportará carbón desde lo profundo de Mozambique al Océano Índico. Estan atentos al desempeño de una compañía brasileña que construirá una planta eléctrica suficientemente grande para electrificar algunas zonas rurales de Mozambique que de paso podrá exportar los watios sobrantes a Sur África.

Así pues, la combinación Lula-Obama para realizar iniciativas combinadas que involucren alimentos, energía, educación, pobreza y salud -importantísimas no solo en África- podrían llevar las relaciones Norte - Sur a una nueva dimensión de cooperación. El sucesor de Lula, sea del partido que sea, tendrá la responsabilidad de continuar el éxito del trabajador. De no lograrlo, se habrá perdido la gran oportunidad de poner a Brasil, de una vez por todas, en el seno de la toma decisiones económicas y de seguridad mundiales.


Saludos,