Obama o McCain, gane quien gane, lo tendrán complicado especialmente luego del indiscutible alejamiento de la administración Bush de América Latina. Al actual presidente estadounidense no hay que echarle enteramente la culpa. El 9/11 implicó el uso de todas las energías en contra de AlQaeda en Afganistán y posteriormente en Irak. Bush se lleva con palmas el galardón a la impopularidad en America Latina a pesar de no ser tan intervencionista ni tan agresivo como otras administraciones que iluminaron el cerebro de los grafiteros y de nuestros folclóricos socialistas que siguen tiñendo las paredes con el básico "Afuera el imperialismo yanqui".
Empecemos con los retos. El nuevo presidente tendrá en sus manos una nueva política migratoria que irá seguramente en consonancia con la terrible crisis económica de la que hasta ahora vemos el inicio. Obama le ha llamado "programa del trabajador migrante", política que para McCain es el "programa para el trabajador temporal" que permitiría que un suficiente número de extranjeros - principalmente mexicanos- obtengan una licencia especial que les permita cruzar la frontera sin mayor problema. El asunto, que pareciera ser de voluntad política se tornará en algo más, cuando Obama o McCain se vean obligados a endurecer las leyes que permiten que miles de ilegales permanezcan en Estados Unidos. Una decisión de Washington que tendría una grave incidencia en los miles de millones de dólares que reciben millones de familias en América Latina por cuenta de las remesas. ¿Qué hacer con los ilegales en Estados Unidos? ¿Cómo acolchonar el impacto económico de las leyes migratorias en las economías hispanas? Ninguno de los dos candidatos tiene el conejo en el sombrero y cualquiera de los dos tendrá que tomar dolorosas decisiones.
Cuba será el otro escenario que puede complicar la vida del próximo presidente. Vivo o muerto Fidel Castro, el tiempo ha llegado para considerar el levantamiento del embargo a Cuba y desarrollar un proceso parecido al de la normalización de las relaciones comerciales con Vietnam. El asunto es cómo combinar en el proceso, la exigencia de unas elecciones democráticas con los reclamos de los cubanos del exilio que pretenden reclamar tierra que les fue confiscada durante el periodo de la revolución. Al nuevo presidente, a menos de que la miopía estadounidense se acentúe, no le quedará otra opción. Cuba es un bocado de cardenal para Rusia que quiere cobrarse la tajada del escudo antimisiles de la OTAN en las ex repúblicas soviéticas, y la intromisión de Occidente en sus terrenos.
Junto al tema cubano, Obama o McCain tendrán que enfrentarse a una Latinoamérica que tiende a una izquierda, que en realidad son dos. Una moderna y democrática representada por Brasil y Chile principalmente, y una populista y autoritaria representada por Venezuela y Nicaragua. Cualquiera de los dos elegidos tendrá que enfrentarse con la lengua y el irrespeto del presidente venezolano. Cualquiera de los dos tendrá el trabajo de tejer nuevas relaciones en un continente que no solo los ve en decadencia sino que se siente, en líneas generales, abandonado a favor de políticas estadounidenses puramente egoistas.
Brasil, México y Colombia son la prueba fehaciente de los bandazos de Washington. Lula, apostándole al milagro económico brasileño, fue lo suficientemente audaz como para recibir al Presidente Bush dos veces en Brasilia a pesar de que su tradicional Partido de los Trabajadores era totalmente antiestadounidense. Esperaba el mandatario brasileño que Washington fuera lo bastante inteligente como para entender que estaba perdiendo a América Latina y que Brasil bien podría ser su nueva puerta de entrada. La idea era lograr que Washington reconsiderara su altísima tasa impositiva sobre el etanol brasileño, que no es competitivo en Estados Unidos por cuenta de un carga de 54 centavos por galón. Nada que hacer, muy a pesar del acuerdo de cooperación sobre biocombustibles, el impuesto no bajó. Lula perdió el impulso y Washington le ayudó.
México le apostó a la Inciativa de Mérida para México. Una asistencia que prometía en un principio US$1.4 mil millones de dólares -incondicionales- destinados a fortalecer la justicia, el equipo y el entrenamiento de las fuerzas policiales mexicanas que enfrentan una cruenta guerra contra importantes carteles de la droga. Bush la prometió, y el congreso, en su mayoría demócrata la bloqueó. Por fin, esta semana anuncia Estados Unidos que colaborará con US$400 millones de dólares en tecnología, no de punta, y bajo ciertas condiciones. Entre tanto, los carteles siguen permeando a pasos agigantados todas las esferas del poder mexicano, y quizá cuando Washington reaccione, sea demasiado tarde para ponerle coto a un problema que merece la máxima atención de seguridad nacional.
Colombia, es quizá uno de los casos más complicados. El Congreso de los Estados Unidos, de mayoría demócrata, le falló a su principal aliado contra las drogas. No solo los demócratas torpedearon una y otra vez las iniciativas de un esperado Tratado de Libre Comercio, sino que en varias ocasiones -en la voz de Nancy Pelossi- maltrataron al gobierno de Uribe, que aunque puede tener importantes detractores, cuenta con un grado de aceptación sin precedentes dentro de la historia política de América Latina. Para el colombiano normal, Estados Unidos dejó de merecer respeto. Es percibido en el mejor de los casos como un oportunista que no precisamente está en la lista de los amigos más queridos. Gane quien gane, ni McCain ni Obama, podrán cambiar la percepción.
Obama parece inflado por los medios y Mc.Cain parece maltratado por los medios. Biden parece largamente ignorado y Palin parece haberse convertido en objetivo de la doble moral estadounidense. La gran mayoría de latinos, acostumbrados a votar por imagen y con el corazón , se inclinarán por Obama. Es probable que la mayoría de estadounidenses también lo hagan por el candidato más joven, quizá por sus propuestas, pero más que eso porque los medios se han encargado de desestimar las cualidades de McCain aduciendo que la vejez es sinónimo de incapacidad. Una lección que nos dejará la idea de que la lucha paranóica por el antienvejecimiento no es gratis y que es mejor hacerse a un cirujano plástico que corrija esa "incapacidad" que dejan ver las arrugas y las canas.
Pocos recuerdan que McCain ha sido por mucho tiempo amigo de América Latina y de la comunidad hispana. Que a McCain y a Ted Kennedy se les debe un de las leyes migratorias más ámplias a favor del inmigrante. Que McCain ha respaldado el acercamiento comercial entre Estados Unidos y América Latina aún bajo las críticas de su propio partido. Todo ha pasado literalmente desapercibido, la combinación de medios y vejez parece haber borrado toda su carrera.
Gane quien gane, nos conviene que la economía mejore para poder recibir esos millones extras de las remesas que sostienen muchos de nuestros países. Gane quien gane, Obama o McCain tendrán que ganarse de nuevo el respeto de y para su país. Gane quien gane, América Latina continuará el devaneo entre el radicalismo y la diarrea verbal de los dirigentes de la izquierda populista y el discreto encanto que ofrecen Lula y Bachellete. Gane quien gane, seguiremos abandonados... durante Bush la culpa la tuvo Iraq, durante Obama o McCain la culpa la tendrán: Iraq, Afganistán y por supuesto, la crisis económica.
Gane quien gane seguirán nuestros aviones atiborrados de viajeros a Orlando para ver a Mickey Mouse, los líderes de izquierda tendrán a sus hijos educándose en Nueva York, y tendremos que seguir soportando los destrozos y las pintarrajeadas rojas en las calles. Gane quien gane, hoy se arrodilla la izquierda, mañana la derecha, según como le vaya al cura en misa. El tema es de odio, respeto o conveniencia. Nada más, nada menos.