El combustible sintético para aviones por fin hace su arribo. La noticia, desestimada por la gran mayoría de los medios de comunicación, se convierte en la esperanza de las compañías comerciales que ven cómo sin parar suben los precios del petróleo y cómo baja sin remedio la ocupación en sus vuelos. Y es que para viajar hay que pensárselo dos veces, especialmente si uno vive en Asia, donde el consumidor paga el capricho de los países del cartel del petróleo. Para hacerse una idea, tomemos el boleto más barato entre Tokio y Los Angeles que cuesta USD 1250 dólares. De esa suma, que no es despreciable, el japonés paga USD100 dólares por uso de aeropuertos y seguridad y unos USD300 dólares por sobretasa de combustible -"oil charge"-. Así que el mismo billete sin el abusivo cobro de gasolina costaría US$950 dólares y hasta menos.
Las buenas nuevas llegan de Sasol, una compañía surafricana a la que se le ha otorgado por primera vez en la historia la aprobación para vender su combustible 100% sintético para aviones comerciales. Al parecer la gasolina de Sasol, a base de carbón, despide menos contaminación que su rival procesada del petróleo, gracias a su poco contenido de sulfuro. La compañía tiene capacidad para producir cerca de 150 mil barriles de combustible al día.
El combustible, que no impondrá cambios ni en la infraestructura ni en los equipos de las aerolíneas porque su comportamiento físico es igual al de la gasolina derivada del petróleo, sí plantea ser un alivio para los países con grandes reservas carboníferas, entre ellas la misma Suráfrica, China e incluso Colombia.
Pero detrás de la estupenda noticia, que muchos esperan sea a mediano plazo un determinante para la reducción en los precios del petróleo, se encuentra la historia de un país sumergido durante muchos años en la violencia del "apartheid". En esa época, Sasol era una organización paraestatal que investigaba, en contra de las tendencias mundiales, sobre los combustibles sintéticos. Así que mientras el país figuraba en los despachos internacionales de prensa gracias a la brutalidad racista y al carísmático Nelson Mandela, en Sasolburgo se esforzaban por producir combustible. Entonces, Suráfrica tenía grandes requerimientos energéticos y se encontraba no solo en guerra sino aislada del mundo. Por aquella época, el mundo parecía nadar en petróleo, los titulares no hablaban de Al-qaeda ni de la inestabilidad del Medio Oriente, la boina roja de Hugo Chavez no figuraba y China e India no dejaban de ser enormes países apartados sin mayor amenaza para acaparar recursos energéticos.
Muchos años han pasado y bajo las tendencias políticas y económicas actuales los gobiernos de Estados Unidos y Europa han comenzado a tener en cuenta a la otrotra fábrica estatal surafricana para la producción de una nueva generación de combustibles que les permita alimentar sus aviones de combate y suplir las necesidades de otras unidades militares que imponen un alto consumo de gasolina. Hace unas semanas la misma Sasol enfiló baterías hacia China y no al contrario, como últimamente suele ocurrir en los países africanos. Se espera que Sasol logre ponerse de tú a tú con el gobierno de Beijing para la conversión de carbón chino en combustible, un proyecto que de lograrse pondría a producir a dos plantas existentes en Shaanxi cerca de 4.8 millones de toneladas de combustible al año.
Por ahora las aerolíneas beneficiadas con el combustible más barato serán aquellas que viajen desde el Aeropuerto Internacional Tambo, en Johanesburgo. Los demás tendremos que esperar mientras el nuevo combustible despega para llegar a otras latitudes -nada fácil si se tiene en cuenta que se habrían de invertir millones para lograr una planta que produzca suficiente para paliar la necesidad de combustible-. Tendremos que resignarnos no solo a continuar bajo la dictadura del petróleo y sino a pagar exponencialmente el abuso de las aerolíneas, que por cuenta del "oil charge", han tomado por asalto el bolsillo de los pasajeros.
Foto: Aeropuerto Internacional de Tambo (Líneas Aéreas Surafricanas)