La preocupación china se hizo evidente luego de que en un escueto comunicado la agencia Xinhua informara el pasado 18 de marzo de la desactivación de un plan para secuestrar y estallar o estrellar un avión repleto de pasajeros en algún punto estratégico de Beijing. Las autoridades no dudaron ni un segundo en dirigir la mirada a la Región Autónoma de Xinjiang, hogar de la minoría musulmana Uygur que se opone abiertamente a los dictados de Beijing. Los dos supuestos terroristas, puestos a buen recaudo por Southern Airlines habían abordado la nave en Urumqi, la capital de Xinjiang, acompañados de una adolescente china de 19 años.
Pero lo que desde afuera pareciera como un movimiento aislado y de principiantes ocurrió justo en el aniversario 11 de la explosión de un bus en frente de las oficinas generales del Partido Comunista Chino en Beijing. En aquel entonces, el atentado fue reivindicado por el Movimiento Islámico del Turkestán Oriental, una organización separatista incluida en la lista de grupos terroristas desde 2002 a petición del gobierno chino.
Así que mientras las autoridades chinas imponen la censura informativa en el Tibet, intentan acallar las ondas de conflicto que vienen de su provincia más remota tan solo separada de Tajikistán, Afganistán y Pakistán por las Montañas Pamir. Los uygur -por lo menos 10 millones de habitantes en Xinjiang-, cuentan con comunidades importantes en Afganistán y Pakistán, que buscan el objetivo de conformar un estado uyghur que bien podría llamarse Turkestán Oriental o Uyghuristán afincado entre China y otros países del Asia Central. Esgrimen sin excepción razones históricas, étnicas, religiosas y de discriminación para buscar, lo que indiscutiblemente será, una sangrienta separación de China.
No es la primera vez que Xinjiang sería independiente. Ya lo había logrado en 1930 y en 1943, hasta la reocupación china en 1949. Los antepasados uygur, que desde los antiguos textos chinos son identificados como de cierto tipo caucásico y de barba roja, fueron claves en el desarrollo de la ruta de la seda y desde entonces la región fue objeto de discordia entre las dinastías chinas. Posteriormente fueron protectorado turco, recuperados por los chinos, dominados por los mongoles, recuperados de nuevo por los chinos. En 1930 se declararon como la República Turca del Turkestán Oriental, pero cuatro años después fueron recapturados por China. Volvieron intentarlo en 1943 para volver a caer en manos de Beijing 6 años más tarde.
Para los representantes de la comunidad Uygur en Estados Unidos, la aparición de su etnia en las noticias que vienen desde China sobre terrorismo es una calculada estrategia de Beijing que busca acorralar y eliminar a los uygures de su territorio. La estrategia, dicen, sería igual que la actual en el Tibet: la colonización de las regiones con habitantes Han que socaven la cultura y minen el poderío de los nativos de ese territorio. Advierten que es un síntoma más del hambre energética de Beijing que no da tregua ante una región rica en petróleo y gas pero olvidada por el gobierno central y llena de pobreza. Reconocen sin embargo, que en Xinjiang existen células radicales que van contaminando la imagen pacífica de los uygur y que dan la excusa perfecta a Beijing para ajustar más el talón de hierro.
Para el gobierno chino la situación es muy diferente. Existen militantes uygures que pertenecen a redes de extremismo musulmán, que según agencias de inteligencia, se entrenan en campos de Afganistán y Pakistán desde 1980. Los mismos informes dan cuenta de la activa participación de los militantes en el aseguramiento de las rutas de narcotráfico, armas y explosivos. Para Beijing, solo existe una delicada línea entre los miembros de una comunidad étnica con aspiraciones legítimas dentro del estado chino y los militantes que buscan exponenciar su causa de la mano de las redes radicales islámicas.
La prueba más contundente de la existencia de "terroristas" en Xinjiang la constituye un vídeo hallado durante un asalto a un campo de entrenamiento uygur que trata sobre la Jihad en Turkestán Oriental. En la cinta los militantes exhiben una importante cantidad de granadas, fusiles de asalto, lanzacohetes y otras municiones. El vídeo concluía con una intervención del Dr. Ayman al-Zawahiri, líder reconocido de Al Qaeda, en el que involucraba a China en la lista de sus próximos objetivos. El gobierno de Pakistán, al que por supuesto no le interesa entrar en peleas con China, ha sugerido varias veces que miles de militantes uygur han entrado en Waziristán, lugar donde siempre se ha creído que está escondido Osama Bin Laden.
El gobierno chino siempre ha sentido particular fobia a centrar la atención de los medios sobre las acciones terroristas porque considera, como muchos expertos, que la obsesión de las cadenas de noticias se convierte en un instrumento de efectividad para cualquier grupo terrorista. Beijing no correrá el riesgo de que desde Urumqi o desde cualquier otro lugar del mundo se ejecute cualquier plan que ponga en riesgo los Juegos Olímpicos. Para la seguridad del evento el gobierno chino ha dispuesto que sean las unidades militares del Ejército de Liberación del Pueblo (PLA) quienes ejerzan el control en las fronteras para prevenir la entrada de cualquier terrorista. En las principales calles de la capital china se verán, además del ejército, por lo menos cien mil policías provistos de accesorios paramilitares, miles de guardias privados y por lo menos medio millón de ciudadanos que se han presentado como monitores de calles, vecindarios y lugares públicos.
En Urumqi existe la sensación de que los Juegos Olímpicos es lo peor que les ha podido ocurrir. No solo no se beneficiarán de ellos, sino que las autoridades chinas han aprovechado el evento para perseguir y afianzar más acciones contra los uygur bajo la pretensión de estar velando por la seguridad de los atletas, que desconocen totalmente la precaria situación de derechos humanos en Xinjiang. En Urumqi lejos de la llama inaugural esperan un veredicto que curiosamente involucra a uno de los uyghur no musulmán. Se trata de Alimujiang Yimiti, cristiano, arrestado por "actividades religiosas ilegales" y a quién luego se le acusó de "subversión contra el Gobierno Nacional y amenaza a la seguridad nacional", un crimen que se castiga generalmente, con la muerte.
Mapa: ASDFGH, Wikki