Las aerolíneas están furiosas. Alegan que ya bastante tienen con los precios del petróleo y toda la parafernalia impuesta a partir luego de los atentados del 11 de septiembre como para tener que asumir entre los USD 2 mil y los USD6 mil millones de dólares que representa esa mano extra a las autoridades migratorias. Amenazan con pasarle poco a poco los gastos al viajero.
De aprobarse la nueva medida dentro de los siguientes dos meses, todos los pasajeros deberán dejar sus huellas digitales a la salida a partir de enero de 2009. En realidad, el proceso ya había iniciado una prueba piloto en algunos aeropuertos internacionales en donde cada uno de los viajeros extranjeros debía acercarse antes de abordar el avión, a una cabina similar a un ATM para someterse al escáner de huellas y a la fotografía de rigor. Los expertos aseguran que el simulacro no dió los resultados esperados y que por ello es necesario que las aerolíneas se hagan cargo del nuevo proceso.
Pero lo que más amarga a las aerolíneas es que en medio de los difíciles años financieros muchas han recortado personal y han tratado de que sus ventanillas de registro en los aeropuertos sean una especie de autoservicio donde el mismo pasajero se imprime, se registra en el vuelo y se hace cargo de su propio equipaje hasta la zona de requisas. Los costos de poner a tono la infraestructura tecnológica para que esté conectada con el sistema nacional de inmigración serán monumentales. Sin embargo para las autoridades federales el asunto no es tan complicado. Se trata según ellos de "dividir el costo entre los millones de pasajeros en determinado número de años para hacer la carga más liviana".
La Comunidad Europea no se queda atrás y estudia seriamente el proyecto de impulsar la toma de registros biométricos para niños desde los 6 años que aspiren a visas, permisos de residencia en la UE y documentos de viaje. Para muchos, se trata de un arma eficiente contra el tráfico humano, sin embargo hay quienes se oponen a la norma por considerarla como una violación a la privacidad y a los derechos humanos.
La Unión Europea también ha sometido a consideración que todos los viajeros entrando y saliendo de Europa, sean sometidos a la toma de huellas digitales y fotografías. La idea es obtener la identificación de millones de ciudadanos y añadirlas a bases de datos que puedan ser compartidas por gobiernos amigos de todo el mundo con propósitos de estrechar más la seguridad y el control migratorio. Aún se desconoce cuándo será implementada la nueva estrategia y se estima que será luego del próximo año.
Lo cierto es que las autoridades de los Estados Unidos ya tienen en sus archivos una base de datos de por lo menos 85 millones de personas. El FBI está formando una gran base de datos para asuntos criminales y judiciales que pueden ser intercambiados con otros países en caso de ser necesario. La idea es, según los europeos, "obtener la máxima interoperabilidad" a lado y lado del Atlántico a través de estándares comunes para huellas digitales e imágenes faciales. Incluso, las nuevas normas obligarían al pasajero a enviar su identificación y detalles del viaje mucho antes de que llegue al aeropuerto.
Detrás de estas medidas que las autoridades definen como un solo "paquete de seguridad", existe un último objetivo: el frenar aún más la inmigración ilegal. Los registros biométricos al final, crearán una especie de subclase social. Una que por temor a ser identificada plenamente -porque para entonces ni los pasaportes falsos podrán ser útiles- tendrá que vivir en la clandestinidad y presa en determinado territorio por el resto de sus días. Simplemente no podrán moverse sin ser detectados. Un gran avance, una gran tragedia.
NOTA: Imagen con propósitos ilustrativos