Buenos días,
Tratar de abordar un avión desde cualquier punto de Asia hacia otro país de occidente es una lección de geografía y sociología. Por lo menos en Bangkok la fila para registrarse en la aerolínea, además de poco agradable, suele estar congestionada y llena de chinos que parecen no tener la noción de que las cintas y las barras son para hacer filas.
Uno los reconoce por la pinta. El emigrante chino se ve cansado, regularmente vestido, y por lo general se sienta sin ningún afán a comer cualquier cosa así sea entre las maletas de los demás pasajeros que los miran incrédulos.
Pero lo que para muchos es una aventura propia de los viajes por Asia, para los mismos asiáticos se ha convertido en un dolor de cabeza. Oleadas de chinos llegan a Myanmar, Laos, Camboya, Australia, Estados Unidos, el lejano oriente ruso y Japón. Corea del Sur no escapa a sus intereses y Sur América mucho menos. No en vano el latino tiene fama de más perezoso, sino que el clima es estupendo y las casas son amplias como para traerse a la familia de ella y a la de él, completa.
Pero esos nuevos migrantes son diferentes a los que salieron de China hace unas décadas. Si los anteriores huían por persecución política en una China que inciaba con el comunismo, los nuevos han nacido bajo el comunismo, aman el capitalismo que les deja producir dinero y vienen de un país más unificado. Entran en comunidades chinas ya fortalecidas, por tanto no hay una verdadera necesidad de compenetrarse con el país receptor. Es el nuevo destino el que se debe amoldar a sus costumbres.
Lo que no se conoce a fondo es la posición del gobierno chino ante semejante oleada migratoria. No solo China tiene un problema gravísimo con la superpoblación sino que se beneficia directamente de la migración a gran escala. Beijing también saca partido, como América Latina, de importante cantidades en remesas que llegan del extranjero. Y no solo eso, cada chino que salga de su país aumenta la presencia económica y la influencia de China en el mundo.
Lo más curioso del caso es que países excomunistas como Hungría, se han visto literalmente invadidos por nuevos chinos. Dicen quienes le siguen la pista a las rutas de la migración ilegal que son por lo menos 40000 chinos los que han llegado luego de un larguísimo recorrido hasta Valdivostok, Rusia. Los que llegaron antes sienten temor. Ellos se integraron, los nuevos van más por la conquista, a colmar todo nicho posible.
Las rutas de escape se han multiplicado. Muchos cruzan las montañas tailandesas, vuelan desde Bangkok con las tarifas más baratas hacia cualquier país europeo - normalmente a Europa del Este-, de allá se escurren hacia Europa. Pero el dolor de cabeza no queda ahí. Bruselas se rasca la cabeza ante la decisión rumana, nuevo integrante de la Unión, de importar cientos de trabajadores chinos para surtir la falta de trabajadores en la industria textilera.
Si dos millones han emigrado desde China según los datos oficiales desde 1978, cada año salen de 30 a 40 mil chinos por año para ir solo a Estados Unidos. El mismo número se refleja para Europa y otros países. Así que 200 chinos ilegales en Colombia son solo un pálido reflejo de lo que acontece. No es más sino pasarse por las oficinas de migración en Panamá, invadida de nuevos habitantes legalizados, laboriosos, que en muchos casos no hablan nada de español y no contratan por supuesto panemeño alguno. Para eso tienen su familia numerosa que llega sin parar desde China.
En Asia el tema es poco digerible. Papua Nueva Guinea por ejemplo, el peor país para vivir entre 130, ha visto llegar muchos nuevos inmigrantes chinos que están llenando rápidamente el vacío dejado por la falta de personal capacitado en el país. Curiosamente, la asistencia militar china a este tipo de países va creciendo exponencialmente. Fiji, Vanuatu, Tonga y Papua se están convirtiendo en dominio chino. Se preocupan Australia, Nueva Zelanda, Japón, Indonesia y hasta la India.
¿Cómo lo hacen para entrar sin ser detectados? Salen de China con su pasaporte original, normalmente hacia Tailandia. Luego se hacen a un buen pasaporte adulterado, preferiblemente de Singapur o del Japón y así sacar partido del programa “visa waiver” que da entrada libre a Estados Unidos. Con razón los pasajeros que no parecen nipones y que llevan pasaporte japonés son entrevistados por los agentes de migración en Estados Unidos en japonés. Por si acaso.
Durante el vuelo entre Narita y Estados Unidos tiran su pasaporte falso y su tiquete por el inodoro. Una vez tocan suelo americano piden asilo político. Borrar toda huella hace imposible que las autoridades puedan rastrear el origen del chino.
Así pues que paciencia. Si son capaces de sobrevivir en Papua Nueva Guinea, serán capaces de sortear con éxito a paras, guerrillas y corruptos. Ya los veremos con un chiringuito en pleno Río Atrato vendiendo desde papel higiénico hasta bienestarina. 24 horas dirá el letrero. Sin seguro social, compensaciones de maternidad ni nada que se le parezca y sin pagar un solo impuesto. No entiende, no sabe, no responde. Al final ud. no tendrá otra opción que la de repetir lo mismo que en otros países: Cómo trabajan los chinos! No?
Saludos