El Ministro de Industria de Japón, Banri Ikeda, ha sido claro. Independientemente del gran problema generado por la planta nuclear de Fukushima luego del terremoto del 11 de marzo, Japón debe poner en marcha todos los reactores nucleares, por supuesto, luego de evaluar y de ejecutar medidas adicionales de seguridad.
El desgaste político será considerable. El gobierno no solo deberá de cierta forma ignorar las protestas que acontecen casi semanalmente en Tokio, sino pedir a las comunidades que viven en las zonas cercanas a los reactores que acepten la decisión.
Y es que ser romántico es algo que sin duda nos hace falta en estos tiempos tan complicados, pero no se puede desconocer en ningún momento que los reactores nucleares son necesarios para abastecer con suficiente electricidad las industrias japonesas. De otra forma, sumado al desastre natural y a la emergencia atómica, el panorama empeoraría mucho más con una industria estancada en un país que para algunos, está técnicamente al borde de la quiebra.
El problema es que vender la idea no es propiamente fácil. Mientras escribo este blog se está llevando a cabo una de las operaciones nucleares más peligrosas a 341 kilómetros al sur de Tokio, en una remota península de isla de Honshu – la isla más grande e industrial del Japón.
Se trata del reactor rápido de neutrones de Monju, ubicado en la Prefectura de Fukui, donde existen 14 plantas nucleares más. El proyecto Monju, que se espera esté en funcionamiento total hacia 2050, ha sido siempre un programa nacional de reabastecimiento nuclear en el que han estado cifradas las esperanzas de hacer la energía nuclear mucho más viable.
Monju se encuentra cerrado desde el año pasado, luego de que una pesada parte de su complicada estructura cayó dentro del contenedor interno del reactor, cortando el acceso a las barras de combustible de plutonio y uranio en el núcleo. Desde agosto de 2010 los ingenieros han intentado recuperar la pieza de tres toneladas que parece estar atascada. En octubre del año pasado, trataron de extraerla con una grua especializada. Luego de 24 intentos se dieron por vencidos por miedo a causar daños en todo el reactor.
Los críticos del proyecto Monju y los activistas están preocupados no solo por la complejidad del proceso sino por los peligros que encierra. En vez de reactores de agua liviana que utilizan principalmente uranio, como en el complejo de Fukushima, Monju utiliza para enfriar el combustible nuclear 1,600 toneladas de sodio líquido, un material que reacciona violentamente al contacto con el agua y el aire. Alberga 1.4 toneladas de plutonio altamente tóxico.. Monju está también sobre una falla activa de la complicada geología japonesa.
Este mayo, los ingenieros ya estaban concentrados en esta nueva estrategia de salvamento que tiene como etapa inicial el desmantelamiento de varios instrumentos de la tapa del reactor. La próxima etapa, no menos delicada, consiste en desmantelar la tapa del mismo contenedor. Un trabajo sin duda peligroso. El reactor también contiene gas argón, que evita que el sodio haga combustión, pero que es un potente asfixiante en espacios cerrados.
El gobierno está comprometido con el proyecto que hasta el momento ha costado un poco más de US$12 mil millones de dólares y en el que está puesta la esperanza de reusar e incluso producir combustible nuclear.
Monju no ha estado libre de accidentes. Antes de Fukushima, en 1995 Monju había tenido el accidente nuclear más serio de Japón. Durante las investigaciones, los funcionarios de la Prefectura de Fukui y otros agentes, descubrieron que el operador había adulterado las imágenes de video para ocultar la gran escala del desastre. Uno de sus altos ejecutivos se suicidó tan pronto supo que los esfuerzos para recuperar la parte colapsada dentro del contenedor del reactor costarían cerca de US$21.9 millones de dólares.
Una vez removida la pieza, debe ser revisada cuidadosamente. El sodio líquido, que se ha calentado a casi 204 C hace imposible que también pueda ser revisado el contenedor del reactor para evaluar los daños, si es que ha sufrido alguno.
Los miembros del Centro de Información Nuclear para los Ciudadanos temen que aunque que el rescate de la planta sea exitoso, poner en funcionamiento el reactor es peligroso porque involucra plutonio de alta toxicidad como combustible. La planta no está muy lejos de ciudades tan importantes como Kioto o Kanazawa.
Pero el problema de fondo, sigue siendo el mismo que ha llevado a un país tan inestable geológicamente a tener 54 reactores nucleares en un espacio geográfico relativamente pequeño. Japón, sin mayores recursos naturales, necesita desesperadamente independencia energética para ser un país viable y mantener sus industrias operativas. Así que el uso eficiente de la energía nuclear se ha convertido no solo en un objetivo vital sino casi en una obsesión.
A diferencia de otros proyectos nacionales que han sufrido drásticos recortes económicos por parte del actual gobierno, el proyecto Monju continúa. Es una muestra de terquedad o perseverancia, según la óptica de opositores o patrocinadores. Se trata de una tecnología abandonada en otros países por presentar no solo dificultades técnicas severas, sin dudas sobre el sofisticado grado que puede alcanzar el plutonio para crear armas nucleares.
El fracaso de Monju sería equivalente a tener que buscar lugares precisos para el desecho del combustible empleado para el funcionamiento de los reactores. El objetivo de esta planta en particular es reciclar el combustible nuclear usado, que permanece radioactivo por años, para convertirlo en uno nuevo que pueda ser usado nuevamente para continuar el ciclo nuclear. El fracaso de Monju sería el fin del programa nuclear japonés. Un precio por ahora imposible de pagar.