Mientras el mundo quedaba atrapado por el glamour de la boda real en Inglaterra, los japoneses y los budistas en general se recogían para conmemorar una de las ceremonias funerales más importantes.
En esta parte del mundo, las campanas, el incienso y el coro de cientos de monjes budistas y fieles marcaron la despedida de por lo menos 30 000 almas tras 49 días de duelo, luego del devastador terremoto y el posterior tsunami del 11 de marzo.
Muchas escuelas del budismo creen que el alma de quienes fallecen permanece por 49 días alrededor de los suyos antes de pasar al siguiente estado de su nueva existencia en el día 50. Desde la mañana el silencio reinó en gran parte de los recintos budistas y shintoistas que se preparaban no solo para la oración especialísima presidida por el líder espiritual del Budismo Tibetano, el Dalai Lama, sino para miles de ruegos más que llegaban desde muchos otros rincones.
Las imágenes, que se desplazaban simultáneamente por Tokio y otras partes destruidas en el noreste de Honshu, mostraban la sobriedad de la oración en el templo Gokokuji, en Tokio, con escenas de los 1,200 dolientes que se citaron en Soma para acompañar en los cánticos a 170 monjes, con imágenes del dolor de Kamaishi y de otras partes abatidas de Tohoku.
Cada ciudad, cada pueblo tuvo su propia ceremonia y pidió a los dolientes no preocuparse por no asistir de negro. La gran mayoría de ellos perdieron absolutamente todo, incluyendo la ropa apropiada para asistir al funeral de los suyos. Para los sobrevivientes, estos 49 días marcaron el cierre de un ciclo, aun cuando muchos no hayan podido recuperar los cadáveres de sus familiares y amigos.
En Rizuentaka, por ejemplo las imágenes eran sobrecogedoras. Mientras en la punta de la colina más cercana muchos oraban llevando las fotos de sus familiares, abajo en los escombros decenas de soldados y policías excavaban para encontrar los cuerpos de cientos que se dan por desaparecidos. En una de las calles, una procesión de camiones se abría paso llevando lo que había quedado del pueblo.
Una jornada dura e indescriptible aún para mis ojos occidentales que no se resignan a lidiar con las imágenes de la tragedia y lo que quedó de ella. Este es un homenaje. Es mi profundo sentimiento de respeto por aquellos que se fueron, y por los que se han quedado en tan duras condiciones. Japón no ha vuelto a ser lo mismo. Muchos seguimos en duelo.
Las imágenes a continuación corresponden a una recopilación tomada de Kyodo, AP, Reuters y otros medios.
Foto: Rikuzentaka, decenas de recipientes con cenizas, envueltos con pañuelos de seda, durante la ceremonia budista en el día 49 luego de la tragedia.