miércoles, 6 de agosto de 2008

Xinjiang, La tragedia olímpica de los Uygur

El atentado de esta semana en Xinjiang, en el que dos hombres armados con cuchillos y explosivos emboscaron a una unidad militar, dejando un saldo de 16 soldados muertos y otros tantos heridos, ha puesto al sistema de seguridad nacional chino en una alerta terrorista que no se veía desde los años 90.

El asalto, que sucedió a 3400 kilómetros de Beijing, justo antes de empezar los olímpicos, causa conmoción entre los visitantes y los atletas y hace palidecer a las autoridades chinas que se habían esforzado justamente porque una noticia como ésta no ensombreciera la fastuosidad de Beijing 2008.

Sin embargo, para el gobierno chino, el atentado no ha sido sorpresivo. En los meses pasados mientras el mundo se concentraba en el accidentado recorrido de la antorcha olímpica y en las desesperanzadoras noticias sobre la causa tibetana, Beijing enfocaba su poderío de inteligencia hacia una de las regiones más apartadas de China, la Región Autónoma de Xinjiang.

La preocupación china se hizo evidente, según la agencia Xinhua, cuando en marzo una azafata descubrió en pleno vuelo a una mujer que pretendía secuestrar y estallar un avión repleto de pasajeros en un vuelo de Beijing a Urumqi, capital de Xinjiang.. Entonces, las autoridades chinas no dudaron ni un segundo en dirigir la mirada al hogar de la minoría musulmana Uigur que se opone abiertamente a los dictados de Beijing.

Este plan terrorista, que a principios de año parecía como un movimiento aislado y de principiantes ocurrió justo en el décimo primer aniversario de la explosión de un bus en frente de las oficinas generales del Partido Comunista Chino en Beijing. En aquel entonces, el atentado fue reivindicado por el Movimiento Islámico del Turkestán Oriental, una organización separatista incluida en la lista de grupos terroristas desde 2002 a petición del gobierno chino.

Xinjiang, la región autónoma más remota de China, tan solo se encuentra separada de la inestable Asia Central, de Pakistán y Afganistán, por las Montañas Paimir. Los uigures, que de acuerdo al portal China Facts and Figures conforman el 99.36 por ciento de la población de la estratégica región china, tienen relaciones importantes con comunidades de su etnia en Afganistán y Pakistán. El objetivo de estas comunidades, según Beijing, es impulsar un movimiento separatista que conforme un nuevo estado que bien podría llamarse Turkestán Oriental o Uiguristán, acunado entre China y el Asia Central.

No es la primera vez que Xinjiang sería independiente. Ya lo había logrado en 1930 y en 1943, hasta la reocupación china en 1949. Los antepasados uygur, que desde los antiguos textos chinos son identificados como de cierto tipo caucásico y de barba roja, fueron claves en el desarrollo de la ruta de la seda y desde entonces la región fue objeto de discordia entre las dinastías chinas. Posteriormente fueron protectorado turco, reconquistados por los chinos, dominados por los mongoles, y recuperados de nuevo por China.

Para la Asociación Uigur en Estados Unidos, las noticias que vienen desde Beijing sobre terrorismo en su región es un calculado plan que busca acorralar y eliminar a la etnia de su territorio. La estrategia, dicen, sería igual a la empleada en el Tibet: La colonización de las regiones con habitantes Han -nativos chinos-, que socaven la cultura de las minorías. Advierten que es un síntoma más del hambre energética de Beijing que no da tregua ante una región rica en petróleo y gas pero olvidada por el gobierno central y llena de pobreza. Reconocen sin embargo, que en Xinjiang existen células radicales que van contaminando la imagen pacífica de la comunidad uygur y que dan la excusa perfecta a Beijing para ajustar más el talón de hierro.

Para el gobierno chino la situación es muy diferente. Existen militantes uigures que pertenecen a redes de extremismo musulmán, que según agencias de inteligencia, se entrenan en campos de Afganistán y Pakistán desde 1980. Los mismos informes dan cuenta de la activa participación de los militantes en el aseguramiento de las rutas de narcotráfico, armas y explosivos. Para Beijing, solo existe una delicada línea entre los miembros de una comunidad étnica con aspiraciones legítimas dentro del estado chino y los militantes que buscan ilustrar su causa de la mano de las redes radicales islámicas.

El gobierno chino siempre ha sentido particular fobia a centrar la atención de los medios sobre complots o ataques terroristas porque considera que la obsesión de las cadenas de noticias se convierte en un instrumento de efectividad para los grupos que siembran el terror..Quizá por eso todavía no ha trascendido a los medios un amenazante video hecho público la semana pasada por IntelCenter, un grupo que desde Washington monitorea el terrorismo. En la cinta que dura pocos segundos, un hombre que se describe a sí mismo como el Comandante Seyfullah, amenaza con atacar importantes ciudades chinas con “tácticas jamás empleadas”.

Las autoridades chinas le han restado importancia al video que no solo ha sido retirado de la Internet en China sino de otros portales internacionales como Youtube. Beijing asegura tener todo bajo control y auguran unos Juegos Olímpicos 2008 exitosos. Para lograrlo, miles de soldados en alerta, misiles, cámaras, millones de civiles de brazalete rojo y por lo menos 60 mil taxistas se encargan de patrullar las calles y dar parte a la policía ante cualquier actividad sospechosa.

Para la Organización Human Rights China los olímpicos y el terrorismo se han convertido en la excusa perfecta para la represión política en Xinjiang. No parece exagerado, los últimos cables de prensa informan que Kashgar, la ciudad uigur por excelencia, se encuentra aislada física y virtualmente. Una fiesta olímpica que para muchos, por cuenta del terrorismo y la represión, se ha convertido en una pesadilla.